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Leyes, normas, prohibiciones

Cuando hablamos de Estado de Derecho supongo que pensamos en un estado regido por leyes que son iguales para todos. Y es verdad que las leyes son iguales según la letra, pero luego vienen las interpretaciones, los prejuicios y los abogados de minutas carísimas. Pero es que, además, la mayor parte de las leyes aplicables a las personas son para prohibir algo, so pena de recibir una sanción.
apantal.JPGMenos mal que, desde la Revolución Francesa, todo el mundo es inocente de entrada, y es el ministerio público el que tiene que demostrar con pruebas que es culpable. Antes era al revés, eras culpable y tú tenías que demostrar tu inocencia, asunto muy complicado, porque a menudo sólo tienen coartada aquellos que la necesitan, porque, por ejemplo, no recuerdo dónde estaba yo y qué hacia la tarde del 17 de enero entre las 6 y las 7.
Pero este Estado se empeña en normativizarlo todo: lo que bebes, lo que fumas y un día de estos hasta lo que comes. Acabaremos vistiendo como mande un decreto, según las profesiones, como ocurría con los gremios en la Edad Media, que si eras panadero, aunque hicieras fortuna y fueses rico, no podías vestir seda, porque eso era un tejdo de hidalgos para arriba. Bien está que haya castigo para los criminales, pero es que estamos llegando a un punto en el que legislarán las recetas de cocina. Y tanta norma para nada, porque en el bar de enfrente montan una ruidosa juerga que no deja dormir al vecindario, y no pasa nada. Castigan lo más inverosímil y no actúan cuando va en beneficio de la mayoría.

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España partida en dos

El tema de los toros vuelve a poner de manifiesto la panda de gañanes, aprovechados y demagogos que nos gobiernan. Se puede estar a favor de las corridas taurinas, o se puede estar en contra -de hecho a mí me parecen una salvajada-, pero lo que no puede ser en un país que se tiene por democrático es emplear ese asunto como arma arrojadiza y factor de enfrentamiento político. El Parlamento de Cataluña está haciendo política nacionalista con la tauromaquia, y se olvida de los bou embolat (toros embolados), costumbre muy autóctona de los países catalanoparlantes, en las que el animal también sufre. Pero como es una tradición muy catalana, ni siquiera se pone en tela de juicio.
a-embolat[1].jpgEn el otro lado del ring, Esperanza Aguirre y Francisco Camps declaran los toros como Bien de Interés Cultural, otra utilización política. El PP se manifiesta a favor de los toros, pero esto es ahora, porque la ley canaria que prohíbe las corridas de toros en nuestras Islas tiene su origen en una propuesta de Pérez-Camacho, diputado regional del PP (ahora hay guerra interna y lo mismo se declara pro-taurino para fastidiar). Y una y otra parte están diciendo burradas, tonterías y disparates que no se sotienen.
Los otros partidos se comportan según y dónde, y es que España se partió en dos hace siglos y una y otra vez regurgita ese cainismo destructivo (el que no piense como yo es un imbécil, y lo que es peor, mi enemigo). Si el fútbol, en lugar de haber sido inventado por los ingleses, hubiera nacido en Madrid, hoy el Parlamento catalán estaría estudiando la posibilidad de prohibirlo en Cataluña y se estarían haciendo gestiones para disolver el Barça. Supongo que en el Camp Nou se harían magníficos espectáculos de Els Comediants, con toros embolados; y si los garbanzos sólo se cultivasen en Cataluña, el cocido no sería el plato señero de Madrid. Recordando el consenso de la Transición, tiendo a pensar que entonces los políticos españoles se volvieron locos, porque es la segunda vez en quinientos años que tiran todos en la misma dirección, mirando por el interés general de España; la primera fue cuando el país entero, de Cádiz a Zaragoza y de Madrid a Gerona, se levantó en armas contra los franceses, pero de eso hace ya doscientos años.

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Es que me hacen hablar…

Mira que me propongo no hablar de la Jerarquía Eclesiástica, pero es que hay cosas ante las que si uno calla parece que está comulgando con piedras de molino. Cada cual es libre de ejercer sus creencias religiosas, pero para eso no hace falta insultar veladamente a quienes no las comparten. Esto lo digo porque está en Gran Canaria un alto dignatario de la Curia Romana. Se trata de Monseñor Sergio Pagano (qué ironía), Prefecto del Archivo Secreto Vaticano, que viene a inaugurar unas jornadas sobre Historia de La Iglesia en Canarias. Siguiendo las informaciones aparecidas en Canarias7, el muy ilustre visitante ha dicho de la novela El Código Da Vinci: «Es una fantasía, duele que la gente pueda creer estas cosas, pero el analfabetismo cultural es grande».
zpagano.JPG Hombre, que es una fantasía está claro, es una novela (no entro en su rango literario), y sus especulaciones sobre Jesucristo, María Magdalena y el Santo Grial quedan muy bien, pero hasta el lector menos avispado sabe que se trata de un derrape. En otra ocasión La Iglesia dijo que todo lo que se dice en la novela no puede ser demostrado documentalmente, por lo tanto es una falacia. De acuerdo. Es impresionante ver cómo sin cambiar el gesto dicen estas cosas representantes de una institución que se basa en libros sagrados que cuentan cosas que se cimentan únicamente en la fe. ¿Qué Escrituras que hablan de Cristo están respaldadas por pruebas de carácter histórico, si los primeros restos arqueológicos del Cristianismo son las catacumbas de Roma? ¿Y qué me dicen de La Biblia, pues por no encontrar ni siquiera han encontrado el Templo de Salomón o el Arca de la Alianza (hasta Indiana Jones la ha buscado)?
Cuando Monseñor Pagano dice que la gente cree estas cosas porque el analfabetismo cultural es grande, está hablando precisamente de lo que La Iglesia ha practicado secularmente. Y es el secretismo (no olvidemos que este hombre es nada menos que el Prefecto del Archivo Secreto del Vaticano) de La Iglesia es el que da lugar a todo tipo de especulaciones. Si hablamos de analfabetismo cultural piensen que la lectura de La Biblia y Los Evangelios estuvo prohibida durante siglos, y sólo era lícito para los fieles conocer lo que le contaban los sacerdotes. Cuando, la invención de la imprenta puso las Sagradas Escrituras al alcance de todo aquel que supiera leer, a la Iglesia no le quedó más remedio que levantar la prohibición. Y ahora nos habla de analfabetismo cultural, lo mismo que cuando tachan a otras creencias de supersticiones. Es el colmo, una ironía como el apellido de Prefecto . Por lo visto, está mal creer las fantasías de un novelista pero tengo que creer la separación de las aguas en el Mar Rojo o la resurrección de Lázaro. Pues ambas cosas tienen la misma base documental -ninguna-, y si en el Archivo vaticano hay alguna prueba de ello que la muestren y dejen de ocultarla, que los secretos sí que generan especulaciones delirantes y por lo tanto analfabetismo.