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¿Por qué se juegan la vida?

Desde muy antiguo el hombre quiso ir más allá, el «Plus Ultra» de los latinos, y gracias a este deseo de superación individual la Humanidad ha avanzado en su conjunto. Entiendo que un atleta sueñe con llegar el primero o batir un récord, que un equipo quiera ser campeón o que alguien desee inscribirse en un palmarés como el que más horas seguidas ha bailado, el que ha hecho la paella más grande o el que más kilómetro que ha recorrido con una bicicleta de paseo.
avIOLETA 1.JPGLo que no entiendo es el juego al límite que compromete la propia vida. Alguien puede morir accidentalmente en una carrera ciclista o en un Gran Premio de Fórmula 1, pero es eso, un accidente, que puede pasar en cualquier parte. Me refiero a ese desafío irracional a la muerte cuando se escala una montaña de ocho mil metros, cuando un domador se encierra con fieras en el circo o un trapecista hace piruetas sin red. Eso no lo entiendo, por eso nunca me gustó el circo, pagar una entrada para ver cómo alguien se juega la vida.
Y, por supuesto, tampoco entiendo los toros. Dejando aparte el debate sobre las corridas desde el punto de vista de la defensa de los animales, entiendo que en una faena puede haber plasticidad, pero que alguien se juegue la vida para que yo vea cómo se conforma una figura estética en un albero me parece irracional. Admiro a quienes arriesgan su integridad por una causa noble o para tratar de conseguir un bien mayor (salvar a otros), pero no entiendo por qué causa se juega la vida José Tomás, que cuando se arrima es jaleado por miles de personas que pagan para verlo, como a los trapecistas, los lanzadores de cuchillos o los domadores.

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Por lo visto soy escritor

Ahora que ando con una muñeca inmovilizada y veo las estrellas para escribir este post, me resulta curioso cómo las demás personas tienen una imagen de nosotros que nos sorprende. Yo escribo y publico hace muchos años, pero tengo otras parcelas en mi vida. Pero a la gente lo que les ha calado es que soy escritor, porque cuando me ven con el brazo en cabestrillo primero me preguntan cómo sucedió el accidente y luego se acuerdan de que escribo y casi siempre dicen que menos mal que, siendo diestro, sigo teniendo hábil la mano derecha para escribir. Es decir, no se plantean otras actividades mías, con lo cual deduzco que me consideran escritor.
amescr.jpgLo siguiente es evocar a dos gloriosos mancos de nuestra literatura, a cual más admirable: Cervantes y Valle-Inclán. Y enseguida surge la lista de ilustres que alcanzaron la gloria con una discapacidad. Borges se fue quedando ciego, el Homero legendario dicen que tampoco veía, Galdós perdió la visión en los últimos años de su vida y dictaba. Músicos como Ray Charles o Stevie Wonder fueron o son ciegos, pero tienen oído. El colmo es Beethoven que se fue quedando sordo y dicen que, al final de su vida, cuando compuso la Novena Sinfonía -una obra maestra- ya estaba como una tapia.
Pero los escritores mancos de otras épocas no usaban computadoras y con una mano se arreglaban. El ordenador es un gran avance pero una lata para los que tratamos de escribir en un teclado con una sola mano. Por eso he vuelto momentáneamente al bolígrafo para escrituras largas.

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Cambio de ciclo en Londres

alondress.jpgDecía hace unos días que El Reino Unido puede darle siete vueltas a cualquier país del mundo en cuanto al ejercicio real de la democracia, pero lo cierto es que en un larguísimo siglo las fuerzas se han convertido básicamente en dos, laboristas y conservadores. Los liberales siempre han tenido presencia parlamentaria, pero nunca han tenido opciones de poder más allá de ser el segundón de una coalición.
Por primera vez en siglos (y esto es real), el candidato liberal tiene opción a ser Primer Ministro, pues el bipartidismo básico no se rompió ni siquiera durante la II Guerra Mundial. Hoy hay elecciones y no sé si ganará Gordon Brown, David Cameron o Nick Clegg (el liberal), pero lo cierto es que a partir de ahora ya nada va a ser lo mismo en los equilibrios de poder en Londres. En cualquier caso hay que tomar nota porque los ingleses siempre van al menos una generación por delante, aunque luego los franceses se anoten el punto (Mayo del 68) o el partido (Revolución Francesa).