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Biografías reales o imaginarias

Dicen que conocerse a sí mismo es complicado, por lo que conocer a los demás debe serlo aún más. Se escriben biografías sobre personajes desaparecidos recientemente, y se documentan con cartas, notas o conversaciones con personas que conocieron a la persona biografiada. Pero miren hacia adentro y verán que la gente, incluso la que les rodea, desconoce cuestiones íntimas de cada uno, los miedos, las ilusiones, las fantasías. Por eso, cuando leo una biografía, me creo los datos objetivos, el año en que el personaje viajó a un país, la fecha en que se casó o el tiempo que trabajó en esto o lo otro. Asuntos más personales no acabo de creerlos, porque estoy convencido de que la verdad sobre cada uno de nosotros no se puede conocer, y menos a través de documentos o de terceros. Hay biografías que se atreven con el perfil y hasta con el pensamiento de alguien, y en eso estoy con el escritor chileno José Donoso, que firmó un contrato para escribir sus memorias en cinco volúmenes, y cuando corrigió las pruebas del primero se dio cuenta de que él mismo disfrazaba la realidad y mentía hasta sin querer. Llegó a la conclusión de que había más de él en sus novelas que en sus memorias, y ya no escribió los otros cuatro volúmenes.
atrrrio.JPGAhora se publican magnas biografías sobre Carmen Laforet y Miguel Delibes, donde incluso se trata de la génesis de novelas tan famosas como Nada o La sombra del ciprés es alargada. Ahí sí que directamente no me creo nada, porque una novela que se escribe en tres meses puede venir años dando vueltas, y sobre los tiras y afloja de un autor con su obra hasta él mismo se confunde, porque en su memoria no sólo están las páginas y situaciones novelescas que publicó, sino todas aquellas que fueron desechadas. A veces, cuando pienso en una novela mía coloco un personaje que estuvo alguna vez en el borrador, pero que luego nunca llegó a la imprenta, pero sigue en mi cabeza. ¿Cómo va a saber eso un biógrafo si ni siquiera puede controlarlo el escritor?

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Iconos irrepetibles

Los grandes iconos del cine lo son porque tienen algo especial, que nadie sabe qué es, pero que se filtra en el inconsciente colectivo y nada puede igualarlo. Ahora se va a hacer una película sobre Marilyn Monroe, y ha habido candidatas tan atractivas y sugerentes como Scarlette Johansson, Michelle Williams o Naomí Watts, que es quien finalmente ha sido la elegida. Las tres, y otras muchas que se me ocurren, son muy bellas, grandes actrices y atractivas a más no poder. Pero lo son por sí mismas, pero cuando se las compara con Marilyn pierden todas. Y no es porque Marilyn fuese la más bella, ni la mejor actriz, sino porque era eso, un icono irrepetible que va más allá de sí misma y pertenece a la memoria de todos. Chaplin se presentó de incógnito a un concurso en el que se elegía al mejor Charlot, ¡Y quedó segundo!
aaamaryl.JPGLa explicación es que hay un Charlot y una Marilyn en la memoria colectiva, y seguramente nadie, ni ellos, pueder igualarlo. ¿Quién podría encarnar hoy a la idea que tenemos (cada uno una distinta) de Bogart, de Brando, de James Dean, de Marlenne Dietricht o de Greta Garbo? Nadie. Hubo una Lolita cinematográfica que fue Sue Lyon, y esa es la imagen que luego no se ha podido repetir, como la Scarlette O’ Hara de Vivien Leigth o el Drácula de Bella Lugosi. Veremos la versión de Marilyn, seguramente harán mucho dinero en taquilla, pero estoy convencido de que nos decepcionará, porque cada uno de nostros se ha construido una Marilyn particular que nunca será la que nos dé una película. Además, Robin Hood es Errol Flynn, Espartaco Kirk Douglas y Hamlet Laurence Olivier, pero el que hemos creado, ni siquiera el de los clásicos que los consagraron.

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Cerrar etapas

Es curioso cómo a veces uno percibe que hay momentos en los que se cierran etapas. En estos días, por diversas razones, me he tropezado con lecturas, películas y emisiones de radio sobre personajes tan dispares como interesantes, y curiosamente me he percatado de que todos ellos fallecieron hace ahora alrededor de cincuenta años, como si el destino fuese cerrando carpetas. Seguramente todos hemos tenido alguna vez esta percepción, y siempre es fruto de la coincidencia casual de nuestro interés en esos personajes o en una época determinada.
aaDSCN3035.JPGEn muy poco tiempo, fallecieron tres de los iconos más señalados de cine del Hollywood clásico, Gary Cooper, Clak Gable y Marilyn Monroe, y también Michael Curtiz, el director de la inolvidable Casablanca, como si se cerrase una página dorada de un tiempo cinematográfico que hoy se nos antoja mítico. También se fueron Albert Camus, Boris Pasternak, Herman Hesse, Ernest Hemingway y la baronesa Blixen (Memorias de Africa), que firmaba sus libros como Isak Dinesen, cinco maneras distintas de vivir la literatura, cuando los escritores pesaban en la opinión de la gente. También se cerró esa carpeta, como las que clausuraron JFK y Edith Piaf, y también Jung, el discípulo aventajado de Freud, con lo que el psicoanálisis se quedó huérfano, y empezarían las nuevas corrientes, incluso las que lo negaban. Es como si se inaugurase un nuevo ciclo, aunque seguramente eso ocurre con cualquier tiempo que tomemos al azar. Pero como he tenido esa percepción se la cuento.