Publicado el

Cerrar etapas

Es curioso cómo a veces uno percibe que hay momentos en los que se cierran etapas. En estos días, por diversas razones, me he tropezado con lecturas, películas y emisiones de radio sobre personajes tan dispares como interesantes, y curiosamente me he percatado de que todos ellos fallecieron hace ahora alrededor de cincuenta años, como si el destino fuese cerrando carpetas. Seguramente todos hemos tenido alguna vez esta percepción, y siempre es fruto de la coincidencia casual de nuestro interés en esos personajes o en una época determinada.
aaDSCN3035.JPGEn muy poco tiempo, fallecieron tres de los iconos más señalados de cine del Hollywood clásico, Gary Cooper, Clak Gable y Marilyn Monroe, y también Michael Curtiz, el director de la inolvidable Casablanca, como si se cerrase una página dorada de un tiempo cinematográfico que hoy se nos antoja mítico. También se fueron Albert Camus, Boris Pasternak, Herman Hesse, Ernest Hemingway y la baronesa Blixen (Memorias de Africa), que firmaba sus libros como Isak Dinesen, cinco maneras distintas de vivir la literatura, cuando los escritores pesaban en la opinión de la gente. También se cerró esa carpeta, como las que clausuraron JFK y Edith Piaf, y también Jung, el discípulo aventajado de Freud, con lo que el psicoanálisis se quedó huérfano, y empezarían las nuevas corrientes, incluso las que lo negaban. Es como si se inaugurase un nuevo ciclo, aunque seguramente eso ocurre con cualquier tiempo que tomemos al azar. Pero como he tenido esa percepción se la cuento.

Publicado el

¿Por qué se juegan la vida?

Desde muy antiguo el hombre quiso ir más allá, el «Plus Ultra» de los latinos, y gracias a este deseo de superación individual la Humanidad ha avanzado en su conjunto. Entiendo que un atleta sueñe con llegar el primero o batir un récord, que un equipo quiera ser campeón o que alguien desee inscribirse en un palmarés como el que más horas seguidas ha bailado, el que ha hecho la paella más grande o el que más kilómetro que ha recorrido con una bicicleta de paseo.
avIOLETA 1.JPGLo que no entiendo es el juego al límite que compromete la propia vida. Alguien puede morir accidentalmente en una carrera ciclista o en un Gran Premio de Fórmula 1, pero es eso, un accidente, que puede pasar en cualquier parte. Me refiero a ese desafío irracional a la muerte cuando se escala una montaña de ocho mil metros, cuando un domador se encierra con fieras en el circo o un trapecista hace piruetas sin red. Eso no lo entiendo, por eso nunca me gustó el circo, pagar una entrada para ver cómo alguien se juega la vida.
Y, por supuesto, tampoco entiendo los toros. Dejando aparte el debate sobre las corridas desde el punto de vista de la defensa de los animales, entiendo que en una faena puede haber plasticidad, pero que alguien se juegue la vida para que yo vea cómo se conforma una figura estética en un albero me parece irracional. Admiro a quienes arriesgan su integridad por una causa noble o para tratar de conseguir un bien mayor (salvar a otros), pero no entiendo por qué causa se juega la vida José Tomás, que cuando se arrima es jaleado por miles de personas que pagan para verlo, como a los trapecistas, los lanzadores de cuchillos o los domadores.

Publicado el

Por lo visto soy escritor

Ahora que ando con una muñeca inmovilizada y veo las estrellas para escribir este post, me resulta curioso cómo las demás personas tienen una imagen de nosotros que nos sorprende. Yo escribo y publico hace muchos años, pero tengo otras parcelas en mi vida. Pero a la gente lo que les ha calado es que soy escritor, porque cuando me ven con el brazo en cabestrillo primero me preguntan cómo sucedió el accidente y luego se acuerdan de que escribo y casi siempre dicen que menos mal que, siendo diestro, sigo teniendo hábil la mano derecha para escribir. Es decir, no se plantean otras actividades mías, con lo cual deduzco que me consideran escritor.
amescr.jpgLo siguiente es evocar a dos gloriosos mancos de nuestra literatura, a cual más admirable: Cervantes y Valle-Inclán. Y enseguida surge la lista de ilustres que alcanzaron la gloria con una discapacidad. Borges se fue quedando ciego, el Homero legendario dicen que tampoco veía, Galdós perdió la visión en los últimos años de su vida y dictaba. Músicos como Ray Charles o Stevie Wonder fueron o son ciegos, pero tienen oído. El colmo es Beethoven que se fue quedando sordo y dicen que, al final de su vida, cuando compuso la Novena Sinfonía -una obra maestra- ya estaba como una tapia.
Pero los escritores mancos de otras épocas no usaban computadoras y con una mano se arreglaban. El ordenador es un gran avance pero una lata para los que tratamos de escribir en un teclado con una sola mano. Por eso he vuelto momentáneamente al bolígrafo para escrituras largas.