Cerrar etapas
Es curioso cómo a veces uno percibe que hay momentos en los que se cierran etapas. En estos días, por diversas razones, me he tropezado con lecturas, películas y emisiones de radio sobre personajes tan dispares como interesantes, y curiosamente me he percatado de que todos ellos fallecieron hace ahora alrededor de cincuenta años, como si el destino fuese cerrando carpetas. Seguramente todos hemos tenido alguna vez esta percepción, y siempre es fruto de la coincidencia casual de nuestro interés en esos personajes o en una época determinada.
En muy poco tiempo, fallecieron tres de los iconos más señalados de cine del Hollywood clásico, Gary Cooper, Clak Gable y Marilyn Monroe, y también Michael Curtiz, el director de la inolvidable Casablanca, como si se cerrase una página dorada de un tiempo cinematográfico que hoy se nos antoja mítico. También se fueron Albert Camus, Boris Pasternak, Herman Hesse, Ernest Hemingway y la baronesa Blixen (Memorias de Africa), que firmaba sus libros como Isak Dinesen, cinco maneras distintas de vivir la literatura, cuando los escritores pesaban en la opinión de la gente. También se cerró esa carpeta, como las que clausuraron JFK y Edith Piaf, y también Jung, el discípulo aventajado de Freud, con lo que el psicoanálisis se quedó huérfano, y empezarían las nuevas corrientes, incluso las que lo negaban. Es como si se inaugurase un nuevo ciclo, aunque seguramente eso ocurre con cualquier tiempo que tomemos al azar. Pero como he tenido esa percepción se la cuento.
Lo siguiente es evocar a dos gloriosos mancos de nuestra literatura, a cual más admirable: Cervantes y Valle-Inclán. Y enseguida surge la lista de ilustres que alcanzaron la gloria con una discapacidad. Borges se fue quedando ciego, el Homero legendario dicen que tampoco veía, Galdós perdió la visión en los últimos años de su vida y dictaba. Músicos como Ray Charles o Stevie Wonder fueron o son ciegos, pero tienen oído. El colmo es Beethoven que se fue quedando sordo y dicen que, al final de su vida, cuando compuso la Novena Sinfonía -una obra maestra- ya estaba como una tapia.Pero los escritores mancos de otras épocas no usaban computadoras y con una mano se arreglaban. El ordenador es un gran avance pero una lata para los que tratamos de escribir en un teclado con una sola mano. Por eso he vuelto momentáneamente al bolígrafo para escrituras largas.