Fútbol y redes sociales
Aunque él sea el primero en no aplicar lo que dice, estoy de acuerdo con José Mourinho cuando dice que fútbol solo es fútbol. O al menos debería serlo, un juego inventado por los ingleses que ha adquirido tal notoriedad social que supera cualquier análisis deportivo. Se toma a los equipos de fútbol como banderas de no sé qué, porque rebasa lo territorial, aunque generalmente hay una identificación con el equipo que lleva el nombre de un lugar. Impresiona (y preocupa) ver cómo se echan multitudes a la calle para celebrar un campeonato o un ascenso de categoría. Es como si a esa comunidad le fuese la vida en ello, y lo hemos visto en los ascensos de muchos equipos y en la macrofiesta que se montó por todo el país cuando España ganó en 2010 el Mundial de Sudáfrica. No veo que eso ocurra con otras actividades; entiendo que la gente necesita alegrías colectivas, pero es que a menudo toma tintes que nada tienen que ver con el juego y menos con lo que debería ser un deporte.
Y eso no es de ahora pues el fútbol ha sido incluso el detonante de una pequeña guerra (el tamaño habría que preguntárselo a los 5.000 muertos civiles en los bombardeos) entre Honduras y El Salvador, a resultas del enfrentamiento futbolístico entre ambos países en la fase de clasificación para el Mundial de México de 1970. Hemos visto enfrentamientos terribles, porque hay grupos violentos que se amparan en el fútbol para dar rienda suelta a su agresividad, y deberían tener un poco de mesura quienes desde los púlpitos mediáticos echan gasolina al fuego. Se trata solo de un deporte, y si quieres un espectáculo, que debiera terminar cuando se pita el final de cada partido.
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