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Premios literarios previstos

Como cada 15 de octubre, esta noche se falla el Premio Planeta de novela, aunque más que decir fallar debería ser anunciar, porque un fallo proviene del sesudo estudio que hace el jurado de las novelas presentadas, y sabemos que no es así, porque, qué casualidad, hace treinta años que no lo gana un desconocido, siempre es alguien que tiene ya un nombre que asegure las ventas. Cuando veo a los escritores primerizos que se presentan a estos premios de tanta repercución siento ternura, porque esas son las novelas que suman las cuatrocientas o más que se presentan. Pero no cuentan sino unas poquitas, o mejor dicho, cuentan dos, la ganadora y la finalista.
zpremio-planeta[1].jpgTodos los años saco cuentas y miro a ver qué escritores famosos no lo han ganado, o casi famosos pero que pertenecen a la cuadra de Planeta-Seix Barral. Si digo media docena acierto seguro. Algunos fichan con la promesa de que en un año o dos les darán el gran premio, y este año ando algo despistado, pero por eliminación se me ocurre que no lo tienen Vila-Matas, Elvira Lindo, Pedro Zarraluqui, Javier Sierra o alguno de estos periodistas de tertulia metidos a novelistas históricos. Tampoco lo tienen Cercas, Mendoza y Javier Marías, aunque si lo ganaran me llevaría una sorpresa y una decepción. Incluso cuenta María Dueñas, el fenómeno literario del año, si es que ha tenido tiempo de escribir nueva novela. Quedan fuera Almudena Grandes y Jesús Ferrero porque acaban de publicar (a ver si voy a tener que morderme la lengua…)
Y es que cuando hablo de estos premio no se trata de literatura, sino de prestigios inflados y de negocio. Esto no quiere decir que a veces no gane una buena novela; es natural si quien lo obtiene es un buen novelista, como Semprún o Muñoz Molina. Y otras es el nombre el que prestigia al premio (Cela, Vargas Llosa, Marsé, Torrente Ballester). Pero, ya digo, no estamos hablando de literatura. ¿Se imaginan a un escritor con oficina en varias ciudades y media docena de personas trabajando para él? Pues los hay. Debe ser que yo todavía tengo una idea romántica de la literatura.

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La verdad es la verdad

Dice el viejo aforismo que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Ya sé que para muchos Julio Anguita es un «iluminado», cosa que yo no comparto, y digo a la vez que tampoco comparto la intransigencia irreductible de algunos postulados del viejo PC, trasladados a IU, que responden a discursos obsoletos de la época de la Guerra Fría.
zzDSCN3231.JPGPero, alto ahí; no es verdad que hayan muerto las ideologías, ni tampoco aquella mamarrachada del fin de la historia de Fukuyama. En el mundo sigue habiendo desigualdades, cada vez más, y en Occidente, que parecía que podía ir escapando montado en las volátiles alas de la democracia cristiana y la socialdemocracia, también se está aplicando la regla de que cada vez los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Ah, y que hay que acabar de una vez por todas con las clases medias y el Estado del Bienestar. Nos dijeron desde Bruselas que ahora no es el Estado, sino la Sociedad del Bienestar, lo que carga el asunto en los que cotizan, los que tienen una nómina, y yo no veo que se avance en esa quimera de que los servicios sociales son nichos de empleo, con lo cual -decían- el capitalismo se retroalimentaba y todos tan felices. Y como Julio Anguita lo explicó claramente, les he enlazado con su intervención hace unos meses en el programa «59 segundos» de TVE.

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La medida del tiempo

Como por estos días fue el cumpleaños de alguien con quien voy mucho, me viene a la mente toda la charlatanería sobre el momento en que uno nace, pues ya sabemos que La Tierra se las ve cada año con muchas constelaciones y sin embargo en el zodíaco sólo hay doce, lo cual indica que es un camelo. Cumplir años es una manera como otra cualquiera de medir el tiempo, y al fin y al cabo la vida de una persona es un suspiro en la historia del planeta, que se mide en cientos y miles de millones de años, y por ahí dicen que Mozart es inmortal porque su música ha perdurado poco más de dos siglos.
zzDSCN3232.JPGEsto de la eternidad es otro camelo, o afirmaciones de tan escaso rigor como que quienes nacen en primavera son gente alegre y los que nacen en otoño son melancólicos, que es bonito si se asocia la melancolía a la sensibilidad, y horrible si se equipara a la cursilería. Así que, el tiempo es arbitrario, y nadie va a hacerme creer que alguien es así o asao porque a la hora en que nació se inclinaba no sé cuántos grados sobre la vertical de Libra una estrella que está en la quinta puñeta. La demostración más clara de que todo eso del zodíaco es una tontería es que Chaplin y Hitler nacieron ambos en 1889 bajo el signo de Tauro, con cuatro días de diferencia, y ya me dirán en qué se parecían. Yo creo incluso en cosas que aún no se han explicado, como la sincronía, pero de eso Eisntein sabía mucho y tampoco pudo explicarlo. Que John Adams y Thomas Jefferson, dos padres de la nación americana, 2º y 3º presidentes de Estados Unidos, murieran el mismo día de 1826, que encima era 4 de julio, cuando celebraban con muchos fastos el día del cincuentenario de la Declaración de Independencia, supongo que será casualidad. O no.
El torero Juan Belmonte le preguntó a Ortega y Gasset que a qué se dedicaba, y Ortega le dijo: «Soy filósofo». A lo que el torero sentenció: «Hay gente pa’ tó». Y como hay todo tipo de personas, gente que incluso nos quiere, es razón suficiente para felicitarse y una disculpa excelente para compartir una cerveza (que tiene omega3).