Aprendiendo un nuevo lenguaje
Andamos confusos porque nos llenan de siglas, alusiones a conceptos complejos y expresiones que nos despistan. Vale, es culpa nuestra, porque no estudiamos lo suficiente para estar con los tiempos de la nueva política que lo está cambiando todo. Tomemos, por lo tanto unas lecciones:
Cuando Montoro habla de «salario diferido» quiere decir que no solo no va a subir los sueldos, sino que los bajará, y cuando asegura que el nuevo IRPF no dañará a las rentas más bajas quiere decir exactamente lo contrario, lo que pasa es que estamos ante un tipo muy cachondo y le gusta ironizar. Aunque la palma de este nuevo lenguaje se lo lleva el asunto de las eléctricas, y así en pocos días hemos conocido conceptos como «mercado eléctrico de futuros», «distorsión de la competencia del mercado minorista» o «expectativas de cobertura de los comercializadores». Hay que estudiar más, yo lo he hecho, y la combinación de estas y otras expresiones quiere decir que van a subir la factura de la luz sí o sí, da igual el porcentaje que apliquen ahora, porque volverán dentro de tres meses y dentro de seis y así hasta que finalmente se salgan con su 10,5%.
En cuanto a la nueva maravilla del fuero medieval, la ley del aborto de Gallardón, en estos días se han levantado voces críticas dentro del partido, y así Cristina Cifuentes viene a decir que le gusta más una ley de plazos como la que ahora está en vigor, Borja Sémper habla largamente de votar en conciencia en el Parlamento, incluso aunque el partido no dé libertad de voto, la alcaldesa de Zamora también da un paso atrás y el alcalde de Valladolid espera que la ley «se mejore» en el trámite parlamentario (no sabemos qué es mejorar para él). Hay más voces, pero unas porque dicen que son muy disciplinadas, otras porque no son de personas que tengan voto parlamentario y las más porque hablan con su silencio, como Celia Villalobos, al final lo que el nuevo lenguaje quiere decir es que aplicarán la apisonadora, porque cuentan con la bendición de la heredera de Gallardón en la alcaldía de Madrid, que, como siempre, se expresa con unos argumentos plenos de lucidez y una clarividencia asombrosa (es lo que tiene estar tan cerca de la divinidad, y poder hablar cada día con la zarza ardiente).
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(La foto es la nueva tienda de golosinas que nos hace imaginar Montoro. Qué tío más grande).
El judaísmo se sostiene en la Biblia hebrea, con otros libros adicionales como La Torá y El Talmud; el cristianismo en esa misma Biblia reciclada y aumentada con Los Evangelios, las Cartas, Los Hechos de los Apóstoles y El Apocalipsis; los musulmanes tienen como base El Corán, y así cada religión, sean El Libro del Tao, Los Vedas, El libro de los muertos o el Zend Avesta de Zatatustra (el zoroastrimo conserva más de un millón de seguidores en todo el mundo). Es asombroso cómo las distintas congregaciones que ahora surgen como esporas (son tiempos confusos, Sancho) tienen «El libro», y ahí están todas las respuestas, por supuesto, según el entendimiento de un lama, un chamán, un gurú, un obispo, un imán, un sumo sacerdote o un rabino. Y los libros son tan importantes que la Humanidad atraviesa el río del tiempo flotando sobre un libro. Se me dirá que sólo son los creyentes en la transcendencia quienes siguen esos libros. No sólo ellos, y ahí están El Capital de Marx o el Mein Kampf de Hitler, y son venerados como libros sagrados por sus seguidores los escritos por Escrivá de Balaguer, el Ché Guevara o cualquiera que convenza a un grupo de que es raeliano, de que ha hablado con alienígenas o que conoce la fecha del fin del mundo. Y hay que tener mucho cuidado con los libros que contienen ideas tenidas por verdades absolutas.