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Las prisas, la monarquía y la república


Algunas de las personas que suelen leer mis artículos tal vez se hayan extrañado de mi silencio mientras ardían las redes sociales clamando por la III República. La vida y la historia me han enseñado que antes de entrar en asuntos complejos hay que tomar aire, porque a veces el ruido no deja oír las voces y a estas alturas no pienso entrar en ninguna competición a ver quién es más de izquierdas o más republicano pata negra. zzzzz0DSCN3676.JPGY el problema histórico de España es que se deja todo para más adelante y cuando la urgencia obliga a materializar lo que estaba tardando suele hacerse a toda velocidad, y generalmente las cosas que se hacen de prisa entrañan más riesgos que las que son fruto de la pausa, la reflexión y el debate sosegado. Dice el clásico que el tiempo no perdona lo que se hace sin contar con él, y tenemos ejemplos claros delante de nosotros; uno de ellos es la Transición, que durante años fue bandera de un momento histórico y ahora resulta que es tachada de «inmodélica». Se hizo con muchas prisas y, como suele suceder, lo urgente pasa por encima de lo importante. Pasó también en 1869, cuando La Gloriosa desembocó en el destronamiento de Isabel II y más tarde la I República, y volvió a suceder en 1931, cuando surgió la II República de unas elecciones municipales. Por eso, en estos momentos hay que evitar a toda costa cometer el error de siempre, guiarse por el corazón y dejar para luego detalles que con el tiempo se revelarán como fundamentales. Porque el concepto «República» no es unívoco, y en los matices está la dificultad, si queremos articular racional y democráticamente la compleja territorialidad de España. Por eso, como ciudadano quiero que se clarifiquen las opciones y los acuerdos si es que los hay, porque la república en abstracto puede arastrarnos a lo de siempre, que cada cual lleve el agua a su molino; o lo que es peor, que de la manera más ingenua practiquemos el gatopardismo y lo cambiemos todo para que todo siga igual.

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Una tradición asimétrica

Con motivo de la bajada de la Virgen del Pino a la capital, he publicado un pequeño trabajo en una revista realizada con tal motivo, y que es el que reproduzco a continuación:
La bajada de la imagen de la Virgen del Pino desde su santuario de Teror a la capital de la isla es siempre un acontecimiento que se mueve entre lo tradicional y lo religioso, lo festivo y lo devoto, lo histórico y lo apocalíptico. Y es que la mayor parte de las veces que se ha producido la bajada (más de 50, aunque las fuentes no coinciden en el número exacto) ha sido para rogar ante una calamidad colectiva, fuera la sequía, la langosta o la guerra. También es cierto que esta bajada se ha producido a veces por celebraciones religiosas como jubileos o conmemoraciones, y se realiza en esta ocasión por el centenario del decreto del 16 de abril de 1914 firmado por el Papa Pío X, por el que se designó a la Virgen del Pino patrona principal de la Diócesis de Canarias.
zzzbajada virgen.JPGEn cuanto a la talla de La Virgen, que la tradición da como aparecida entre las ramas de un pino en 1481, diversos investigadores, como Vicente Hernández y José Miguel Alzola, se alejan de lo sobrenatural y coinciden en la hipótesis de que misioneros franciscanos trajeron la primera imagen a la isla y la dejaron en el hueco de un pino en medio del bosque. Marín y Cubas relata cómo un castellano robó la imagen y se la llevó de la isla. Se entiende entonces que fue sustituida por una nueva talla, la actual, y aunque la primera pudo proceder de la tradición de las vírgenes negras europeas, lo curioso es la Virgen del Pino no es de tez oscura como La Candelaria y otras vírgenes canarias, peninsulares o americanas. Por lo tanto, parece generalmente aceptado que la imagen que se venera en el santuario de Teror es de la escuela sevillana de la época del barroco, que tanto brillo tuvo en aquella ciudad. Teniendo en cuenta que nuestra diócesis es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla, y que la ciudad andaluza tuvo gran influencia en los primeros años de la colonización de Gran Canaria, es normal que desde Sevilla vinieran también muchas de las imágenes que iban poblando las hornacinas de los templos canarios, y la de la Virgen del Pino suele atribuirse al escultor sevillano Jorge Fernández, que formaba parte de una familia de artistas a los que se deben muchas obras renombradas, aunque también se habla de escultores de procedencia alemana emigrados a Sevilla (si es que ambas teorías no apuntan a las mismas personas) que conservaban rasgos estilísticos germánicos.
Por lo tanto, estamos ante un evento que forma parte de una tradición asimétrica, puesto que no hay una secuencia predeterminada de visitas de la Virgen del Pino a La Catedral de Santa Ana, pero sí que es tradicional que eso ocurra cada cierto número de años con motivos diversos. 2014 quedará en los anales grancanarios como uno de esos años en que la Patrona bajó a la capital, hecho que siempre es referencia civil más allá de lo religioso porque forma parte de una tradición secular.