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Avatar

Ha pasado casi una semana de los Oscars y la verdad es que se habla poco de ellos, más bien nada, seguramente porque este ha sido un año de poco brillo, a pesar de que parecía que Avatar iba a batir el famoso récord de Titánic, Ben-Hur y West side story. Pero no, porque con ser un dechado de tecnología no acaba de convencer como obra de ficción.
ajazz.JPGAvatar puede que pase a la historia por ser pionera en las nuevas técnicas, como The Toll of the Sea (1922), que fue la primera película en color, o The Jazz Singer (1927), que fue a su vez la primera en incorporar diálogos sonoros. Luego ha habido otros logros en el cine, como la perfección cromática del Technicolor, que fue realizada por primera vez al mismo tiempo en 1939 por dos grandes películas: Lo que el viento se llevó y El mago de Oz.
Avatar será como las dos primeras, quedará como un hito tecnológico pero nada más (y no es poco). Y puede incluso que tampoco, si no se generaliza el uso de las tres dimensiones, porque hubo otros sistemas muy impactantes en su época, como el Cinerama, en el que se realizaron en los años sesenta películas como La conquista del Oeste, que fueron rápidamente superados por otros sistemas. Si lo ideado por Cameron aguanta setenta años como el Technicolor, habrá entrado en la historia; de lo contrario, pasará como un intento más.
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La foto es de The jazz singer.

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El mito de Madrid

zmateo.JPGCanarias es una tierra curiosa que ignora lo propio a pesar de ese pseudonaciolismo que se da golpes de pecho una y otra vez. Está claro que para que reconozcan a alguien de aquí tiene que hacerse notar fuera, y si no siempre se quedará en la trastienda de lo que pudo haber sido y no fue.
La última muestra ha sido el grancanario Mateo Gil, estupendo cineasta que este año ha sido galardonado con dos Goyas, uno por su cortometraje y otro por su participación en el guión de Ágora. Rápidamente, todos se han apresurado a indicar que es grancanario, porque eso engorda el espíritu de tribu, pero mientras andaba por aquí no le hacía caso ni el pito del sereno, escondido siempre en la neblina del ninguneo. Yo me alegro muchísimo de que las cosas le vayan tan bien a Mateo Gil, pero habría que mirar también un poco hacia adentro. Ha pasado cien veces y me temo que seguirá pasando, porque por lo visto el mito de la conquista de Madrid sigue funcionando igual que siempre.

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El fin del mundo, pero menos

El estreno de la película 2012 ha puesto de nuevo de moda los augurios apocalípticos, los medios no paran de hablar de las predicciones del calendario maya y abundan los que están convencidos de que, según profetiza ese calendario, el mundo se acabará el 21 de diciembre del año 2012.
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Para empezar, hay que considerar que 2012 es simplemente una película sobre catástrofes como hay muchas, desde aquellas primeras de los años 70 (El coloso en llamas, La aventura del Poesidón, Terremoto), hasta otras más recientes como Independence day, Twister o Titánic, realizadas algunas de ellas por el mismo director que 2012. Y estas películas cuestan mucho dinero y se hacen para ganar mucho más, que puede duplicar o triplicar la inversión en cinco años con el alquiler y venta de DVDs y las emisiones por los distintos canales de televisión. ¿Creen ustedes que los poderosos inversionistas pondrían dinero para recuperar -o ganar- a cinco años vista si el fin del mundo fuese dentro de tres?
El calendario maya es una de las piezas que siempre se utilizan para acompañar a las profecías de Nostradamus, los lemas de los Papas de San Malaquías, los augurios de la Gran Pirámide, el recientemente descubierto Código de la Biblia y las propias palabras de San Juan en el capítulo 13 del Apocalipsis, cuando anuncia la llegada del Anticristo. Aparte de estos apoyos, hay profesiones religiosas que basan su predicación en la llegada del fin, que anunciaron para 1912, luego para 1960, más tarde para 1999 y ahora para el 2012.
zfin2].jpgDesde el punto de vista sociológico se trata claramente de aprovechar el miedo de los crédulos para sacar beneficio, porque, si bien es cierto que algunas de esas profecías se parecen mucho a hechos reales sucedidos en determinados momentos de la historia, no deja de ser casual que, entre tanta predicción alguna cuadre, porque todas hacen anuncios oscuros que son suceptibles de interpretación. Por ejemplo, dicen que los lemas de los Papas habidos hasta ahora cuadran con la profecía de San Malaquías, pero siempre después de que el pontífice haya sido elegido; siempre se puede forzar un significado, pero nadie fue capaz de vaticinar la elección de Juan Pablo II, y se conocía su lema (De la labor del Sol), que hay quien lo compagina con el Papa polaco, supongo que en un ejercicio de voluntarismo. Además, San Malaquías no se aclara al final, y no hay seguridad de si el último Papa va a ser el actual o Pedro el Romano.
Con las demás profecías pasa lo mismo, y resulta curioso cómo Nostradamus anuncia una supuesta guerra que ganarán en el 2025 los cristianos, al frente de los cuales va a estar un emperador español llamado Felipe. Lo cual contradice la lógica puesto que, si bien es previsible que en España pueda haber en esa fecha un rey (no hay imperio) llamado Felipe, es menos probable que sea el líder de Occidente. Además, ¿no habíamos quedado en que el mundo se acababa el año 2012?
Pero es que lo del calendario maya ni siquiera es una profecía. Sería muy prolijo explicar aquí la forma de contar de los mayas; para simplificar, tenían cuentas cortas, de días, semanas o períodos parecidos al año y regidos por el Sol; luego tenían cuantas más largas, de miles de años y en su calendario estamos acabando la quinta vuelta, que comenzó varios milenios antes de Cristo, y que acaba precisamente el 21 de diciembre de 2012. Es una forma de medir el tiempo. En nuestro calendario gregoriano hace nueve años que agotamos un milenio, y comenzamos otro. Y ya está. No se acabó el mundo el 31 de diciembre del año 2000 aunque bien que nos asustaron con el dichoso «efecto 2000» que supuestamente iba a volver locos a los ordenadores.
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(Según se interpreta del calendario maya, dentro de tres años exactamente, el 21 de diciembre de 2012, será el final, espero que sólo el final del calendario)

Nadie duda de que los mayas tenían unos grandes conocimientos astronómicos, que hoy nos asombran porque cuadran con las mediciones que se realizan con sofisticados aparatos, y que si no son exactos sí que se aproximan bastante, pero podríamos decir lo mismo de lo que logró Galileo con un telescopio con menos prestaciones que los que ponen los Reyes Magos a los niños para que jueguen. Pero de ahí a darles valor profético va un abismo, porque, además, ellos sólo medían el tiempo, no se metía a profetizar, aunque es verdad que en algunas de sus estelas predicen el fin de su propia civilización. Pero es lo de siempre digo: todos los imperios caen, más tarde o más temprano. Un ejemplo es el Muro de Berlín; un día tenía que caer, pero nadie fue capaz de profetizar la fecha exacta.
De manera que 2012 es un gran espectáculo visual. Además, salen Amanda Peet, una actriz que me encanta desde que la vi en Falsas apariencias, y John Cusack, un magnífico actor que da un toque de ironía a todos sus personajes, y el de esta película lo necesita para que no provoque carcajadas. ¿Se imaginan la risa que iban a dar en el papel protagonista actores que sobreactúan, tipo Sean Penn o Tom Cruisse? Ya es que me troncho si llega a salir la cara de angustias de Nicolas Cage.
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(Este trabajo se publicó en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del pasado miércoles)