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Un ramito de violetas

cecilia].jpgHoy quiero hacer una concesión a la nostalgia, porque aunque ya no es lo que era -que dijera la actriz francesa Simone Signoret en sus memorias- hay nostalgias necesarias porque tienen que ver con un cambio de época y la evolución de las sociedades.
Cecilia fue una cantante que pasó fugazmente por todos nosotros en los años setenta, y nos marcó con su querida España, porque decía con música y versos aquello que nosotros queríamos expresar y no sabíamos. Sus canciones calaron en toda una generación, y cualquiera de ellas es como un himno: Dama, dama, Amor de medianoche y, sobre todo, Un ramito de violetas, una canción que nos descubre que la sensibilidad a veces se enmascara en el silencio. Años después, Manzanita hizo una versión aflamencada que también es fantástica, y que la recordamos como otra época importante de nuetras vidas y nuestra sociedad, los primeros años ochenta, aquellos en que todo era ilusión. Por eso hoy, 9 de noviembre, me acuerdo del ramito de violetas de Cecilia.
Ya saben: cada nueve de noviembre le enviaba de forma anónima un ramito de violetas.
(La foto es de César Lucas)

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El baile de la silla

cv.JPGA una semana de la dichosa reunión de Washington (todavía no sabemos si se ha de llamar G-20, G-23 o G-cualquiera sabe) resulta patético el baile de la silla que se están montando los dirigentes europeos que no han sido invitados de primera mano, entre ellos Zapatero, que lleva tres semanas buscando apoyos y no sé si finalmente se conformará con las migajas que Chequia ha cogido al aceptar un asiento en la delegación francesa.
Me parece que ni ellos tienen claro a qué van a Washington, pero toca hacerse una foto, y todos quieren estar, seguramente porque piensan que en el futuro será una imagen histórica como la de la Conferencia de Yalta al final de la II Guerra Mundial o el Congreso de Viena en 1915, cuando los estado europeos que acaban de derrotar a Napoleón diseñaron una Europa que duró cien años. Que yo sepa, tanto en Yalta como en Viena había propuestas concretas de personajes de grueso calibre y probada inteligencia. ¿Va a ser Sarkozy el Churchill de la nueva era que pretenden alumbrar el próximo sábado? ¿Quiénes serán los equivalentes al Príncipe de Metternich, el zar Alejandro I, el naturalista Hummbolt o el Duque de Wellington? ¿Acaso el aprovechado de Gordon Brown, el festivalero Berluconi o el convidado de piedra Zapatero? Y otra cosa: Obama tendrá algo que decir, supongo.

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Más de lo mismo

Hace ya bastantes años, el profesor Béthencourt Massieu bm.jpgafirmó públicamente que los políticos canarios que redactaron el Estatuto de Autonomía no sabían Historia, porque, de haberla conocido, hubiesen hecho un texto más acorde con los cinco siglos de relaciones de Canarias con el Estado.
Ahora que se vuelve a hablar de nacionalidades históricas, basándose en fueros y privilegios centenarios, hay que decir que Canarias también tiene Historia, y tiene cédulas, provisiones reales y franquicias seculares tan especiales como las que puedan argumentarse desde Cataluña o Euskadi. La provincia única es un disparate, la división provincial, otro, y parece que nadie se ha dado cuenta de que Canarias es primero siete islas y después un archipiélago.
¿Para qué demonios están entonces los cabildos? ¿Por qué tanta pega a la cabildización? ¿Por qué tanto miedo al Estado Federal? La Historia es implacable si no se aprende de ella, y esto es lo que enseña la Historia de Canarias.
Y la de España.