Cela, los plagios y la prepotencia
No me sorprende que un juzgado de Barcelona haya dictaminado que hubo plagio en la novela con que Camilo José Cela ganó hace diez años el Premio Planeta.
La verdad es que Cela fue siempre un especialista en hacer obras con un gran parecido a otras, pero que el público creyó porque las originales pertenecían a escritores de menor fama o simplemente eran extranjeros poco leídos entonces en España. Sólo dos ejemplos: La Colmena, que es indudablemente una buena novela, parece el espejo de Manhatan Transfer de John Dos Passos, y cuando se marchó a Venezuela a la sombra del dictador Pérez Jiménez, escribió otra, La Catira, que pretende ser otra Doña Bárbara, del autor venezolano Rómulo Gallegos.
Por si esto fuera poco, hay un reciente artículo de Andrés Trapiello (no lo enlazo porque está en un periódico de papel), en el que, además de poner a Cela a chupa de domine por su bravuconería, su machismo y su prepotencia muy ligada al poder franquista, viene a decir que la tan cacareada prosa de Cela es un batiburrillo extraído de Valle-Inclán, Baroja y otros, pero sin la gracia o la fuerza de estos. Ya he escrito en más de una ocasión que, cuando en el futuro se hable de la novela española del siglo XX, estarán en primera línea Valle, Torrente Ballester, Delibes, Goytisolo, Martín Gaite o Semprún, y Cela aparecerá en letra pequeña porque es Premio Nobel, algo así como Echegaray, que nadie lo lee pero que el peso del premio lo mantiene. Eso lo sabía Cela porque tonto no era, y se pasó la vida tratando de fijarse a la inmortalidad con el Nobel y el Cervantes. Pero la obra es otra cosa, y ya se vio en vida, cuando todo el mundo lo conocía y sus libros se vendían poco y se leían menos.