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Carta al Cardenal Arzobispo de Tegucigalpa

Eminentísimo Sr. Cardenal don Oscar Rodríguez de Madariaga:
Es de madrugada y asisto en directo, supongo que como millones de espectadores, al intento de regreso del presidente constitucional hondureño Manuel Zelaya a Tegucigalpa. La fascinación que me produce la capacidad de comunicación que hoy existe -estoy viendo lo que sucede a miles de kilómetro de distancia y en vivo- no logra superar mi perplejidad por el cinismo de una clase dominante que trata de conservar sus privilegios.

Zelaya no es Ché Guevara, ni mucho menos. Es un miembro del Partido Liberal que ha tratado de aminorar la distancia entre una clase alta que dueña de casi todo y la gran mayoría del pueblo que apenas tiene para sobrevivir. Ha hecho algunas reformas, del tipo de las que hizo López Mateo en México en los años cincuenta, pero los ricos lo quieren todo, incluso las migajas que caen al suelo.
Como veía que sus 5 años de mandato (2005-2010) no iban a permitirle avanzar lo suficiente en las reformas, trató de cambiar la norma constitucional que impide la reelección, y para ello convocó un referéndum. Esa ha sido la disculpa para acabar con su mandato, y ahora no le permiten regresar. No sé cómo acabará esto, pero creo que la OEA y la comunidad internacional no pueden permitir este atropello, porque Zelaya es el presidente que ha elegido el pueblo.
cardenal-rodriguez-madariaga[1].jpgUsted, Señor Cardenal, ha permanecido cauto en estos días, aunque todos sabíamos que la Iglesia hondureña no se distinguía precisamente por su amor a los pobres. Nada que ver con el espíritu del salvadoreño Monseñor Romero. Pero yo confiaba en que usted daría un paso contra el golpismo, aunque era vano esperar porque de haberlo hecho tendría que haber sido antes del 28 de junio.
Yo esperaba, Monseñor Rodríguez, que usted fuese consecuente con sus declaraciones de octubre del año pasado, cuando asistió en Roma al Sínodo de obispos. Entonces hizo usted un análisis muy certero sobre las causas de la crisis, la mentira del mercado y la maldad de los que lo controlan. Parecía estar usted del lado de los más desfavorecidos.
Y me ha decepcionado. Hoy se ha puesto claramente del lado de los que no respetan la democracia. Me pregunto de qué le han servido sus altísimos estudios en Insbruck, su prestigio intelectual y su actual cargo de Presidente de Cáritas Internacional. Y pensar que estuvo a punto de ser elegido Papa cuando murió Juan Pablo II. Qué decepción.
Ahora, con la coartada de que no quiere derramamiento de sangre hondureña pone a la Iglesia del lado equivocado. No, Eminencia, esa no es la Iglesia de los pobres, y con tanta doctrina y tanta teología se olvida de la frase evangélica más clara para estos casos: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios».
Recapacite, Eminencia, ya la sangre ha sido derramada, cumpla con la justicia.

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En la semana del Orgullo Gay

Lo más suave que han dicho de él es que es diferente, afeminado, invertido, rarito… Y entre afeminado y rarito, hay un punto intermedio que es el amanerado. Desde la escuela hasta la mili lo han llamado finito, suavecito, azafranado, flojito, mariposón, melocotón en almíbar, pan de miel, bombón de licor, mermelada de frambuesa, pastel de crema, dulcito, azucarado, almibarado (con tanta glucosa, se diría que hablan de diabéticos, no de gays).
v8b.JPGBujeta, bujarra y bujarrón equivalen a mariquita, marica y maricón, pero con más rabia. Los llaman reinona o costurera y otros usan palabras criminalizadoras, como enfermo, en el sentido de que debe ser un psicópata comparable a Jack el Destripador, una especie de asesino en serie que mata con sólo mirar. Que exista ya es delito.
Hay otras expresiones, unas irónicas, otras burlescas y la mayoría humillantes: padece de lo suyo, hay más merengue que bizcocho, tiene más conchas que un galápago, la fruta está abichada, es más maricón que un palomo cojo, es de la acera de enfrente, abre para afuera como las puertas de los taxis, lleva el semáforo en ámbar, va pidiendo práctico como el Queen Mary, enrosca al revés como las bombonas de butano, entiende, es del ambiente, tiene pluma, es de la cáscara amarga, le patina el embrague, tiene los muelles flojos, pierde aceite…
Si hablamos de las lesbianas, el camino es más largo, doble discriminación.
Y todavía hay quien se pregunta por qué hay que seguir reivindicando la libertad sexual efectiva, o actos como el desfile del Día del Orgullo Gay.

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Más dura será la caída

La realidad está dando argumentos a los charlatanes tremendistas que afirman aquello de «mientras más alto subas, más dura será la caída», que muchos relacionan con una ya mítica película sobre la trastienda sórdida del boxeo, con Bogart incluido, pero que tiene un origen bíblico como casi todas las grandes frases de la cultura norteamericana (la verdad es que a veces da la impresión de que la Tierra Prometida no era Israel sino el Oeste americano).
zeppelin-1[1].jpgUn argumento irrebatible es Michael Jackson, que repite esquema como Elvis, Hendrix, Joplin… Parece que esto nos advierte que si subimos demasiado alto nos daremos un gran castaña. Pero esto no es verdad, porque muchos hay llegado muy alto y allí permanecieron siempre. Al final todo el mundo muere y nadie se libra de la Parca, da igual que sean Mozart, Napoleón, Dante o Picasso. Pero nos siguen diciendo que más dura será la caída como si predicaran el conformismo.
Y esto también nos remite al mito de Icaro, que voló tan alto que el Sol le derritió la cera con que había construido sus alas. Y claro, la castaña. No confundir el legítimo deseo de superación con la vanidad enfermiza. Pero si hablamos de salir de un laberinto hacia el cielo, como hizo Icaro, tenemos que hablar del preso italiano que trató de escapar de la cárcel en un dirigible, que por cierto era ridículo, porque cuatro metros nada tiene que ver con aquellas gigantescas naves que diseñó el conde Zeppelin. Al final, todas en el suelo, como los huesos de Icaro, pero no olvidemos que hay quien tiene alas reales que no hay sol que las derrrita.