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Las pequeñas dictaduras

Hay muchas formas de dictadura, y vivimos inmersos en muchas, grandes y pequeñas, que son como enormes paquidermos que todo lo arrasan. Cuando hablamos de fanatismo pensamos en mentes extremas, enajenadas y entregadas a muerte a una idea; y es así, sólo que las que conviven con nosotros cada día no lo parecen, pues incluso algunas estás cubiertas de una pátina cultural o progresista. No se te ocurra tratar de poner algo de razón en uno de estos pensamientos únicos porque enseguida se rasgan las vestiduras y te acusan de blasfemo de una causa a la que otros suponen tu adhesión inquebrantable, sin que tú la hayas manifestado.
zelef.JPGLas cosas tienen muchos matices, y aunque se esté con la mayor parte de ellos hay otros en los que se puede discrepar. Pero no, es un todo monolítico y como abras la boca te conviertes automáticamente en un hereje o un traidor. Hay asuntos intocables en toda su extensión, que pasan por la ecología, la etnografía, la historia, la cultura y cien asuntos más. Hay que andarse con pies de plomo hasta cuando se habla del Carnaval. Si dices que te parece excesivo ese remolque que anuncia las fiestas carnavaleras por la ciudad a medianoche con una música ensordecedora, despertando a enfermos y bebés y que causa un gran malestar a muchos vecinos, resulta que eres un retrógrado que no entiendes que el Carnaval es una manifestación popular que, además, da lustre a la ciudad. Y no es eso, pero como se te ha ocurrido arañar en un matiz pequeñísimo de la idea global, en realidad eres un fascista. Y así pasa con todo, de manera que cada día es más arriesgado poner una idea sobre la mesa.

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Narradores de los setenta y demás hierbas

Hay vida narrativa después de los setenta en Canarias, y tengo que decir que de alguna forma pertenezco al antes y al después, ya que estoy justo en el puente de ambas generaciones, con Domingo Luis Hernández, Díaz Pacheco y la recordada Dolores Campos-Herrero. Y por eso puedo afirmar que, cuando se escribieron aquellas novelas que normalizaban la narración en Canarias, los críticos fueron generosos, y había que serlo, porque era un momento histórico. Luego, algunos de esos críticos se han portado de forma cicatera con las mismas novelas que antaño enaltecieron, y eso puede estar bien si hay una explicación, pero no la ha habido.
Lo importante de aquella hornada de narradores, que no generación, puesto que poco se parecían unos a otros en asuntos estéticos o ideológicos, es que son fundacionales, y nadie puede negar ese carácter a un libro como Crónica de la nada hecha pedazos, aunque luego se haya incluso bromeado con su título, diciendo que son pedazos de crónica hechas nada. Había que escribir ese libro en aquel momento, y Juan Cruz lo hizo. A unos les gustará más o menos, habrá resistido mejor o peor el paso del tiempo, pero está ahí, y es un libro fundacional, histórico y necesario. Ahora no vale decir que si esto o si lo otro, hay que valorar que todas aquellas novelas eran primerizas, algunas titubeante y otras más maduras, pero fruto del entusiasmo de un grupo de veinteañeros que luego han escrito novelas mejores, porque tampoco La mala hora tiene el calibre de El Coronel no tiene quien le escriba o, mucho menos, el de Cien años de soledad.
Salvo un par de novelas muy sólidas, aquella fueron todas las primeras novelas de autores que luego darían sus mejores frutos. Yo no defiendo literariamente todas las novelas de los años setenta, pero sí defiendo el hecho de que se escribieran y el mérito de sus autores, e incluso sí que defiendo algunos títulos, que supieron arrastrar a una vieja Mararía, cansada de esperar. Entonces, que yo sepa, no hubo una especie de masonería que se juramentó sobre un pacto, unas condiciones literarias y una forma de vida concreta. Cada uno siguió su camino.
Unos sobrevivieron, otros triunfaron a lo grande y otros se autoconsagraron como apóstoles de sus cruzadas particulares. Son muy dueños, y no creo que ninguno traicionara a nada ni a nadie, porque nada había que traicionar. Así que no entiendo a qué vienen esos reproches a destiempo que a menudo recaen sobre aquella generación de narradores. Que yo sepa, nadie hizo juramento alguno que haya traicionado. Aunque tal vez otros esperaban que hicieran las cosas no a su gusto, sino al de los demás.
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(De pie: Luis Alemany, Rafael Franquelo, Dolores Campos-Herrero, El autor del texto, Juan Manuel García Ramos, Mario Vargas Llosa y Juan Cruz. Sentados: Luis León Barreto, Alberto Omar y Juancho Armas Marcelo)

Y ya que he dicho lo que me parece positivo, también voy a decir lo negativo. Al ser una generación fundacional, con la misma fuerza que arrastraron a los fetasianos, podrían no haber hecho tierra quemada de lo que vino después. Parece como que después de los escritores del setenta aquí nadie más ha escrito una novela. Y no lo digo por mí, que me salvé por los pelos cuando metí la cabeza en un póker de premios consecutivos a principios de los ochenta y se armó tanto ruido que da la impresión de que en la penúltima década del siglo XX sólo surgió un nuevo narrador en Canarias. Y no es verdad, hay nuevos narradores, pero sus nombres no suenan, sus libros no circulan, y puedo decir esto porque he estado muy cerca, y tanto en los ochenta como en los noventa el peso primerizo de los narradores ha sido estimable, por lo menos no inferior al que dieron en canal los de los setenta.
Pero no se trata de hacer competiciones. Los del setenta tienen el pedrigree fundacional, eso lo reconozco y lo defiendo, y también digo que como generación cronológica se han mantenido vivos prácticamente todos, cosa que no es frecuente porque muchos suelen abandonar. Hay un centenar largo de novelas escritas por canarios en los últimos 25 años, y con que sólo fuesen buenas el 10%, tendríamos 15 buenas novelas, y eso no pueden decirlo todos los territorios, y, la verdad, tampoco en Sicilia se escribe un Gatopardo cada año. Y ello ha sido posible porque hubo una generación que puso a funcionar la máquina. Cada uno de estos novelistas es una persona, la vida es complicada y se parece mucho a una especie de Titánic que a menudo se hunde, y cada cual arría su salvavidas como mejor puede. No entiendo entonces que se baraje la palabra traición. «No juzguéis y no seréis juzgado», dijo Cristo, y lo crucificaron.
Creo que ha llegado el momento de que quienes se mueven en el campo del estudio de la literatura hagan un balance justo del siglo XX, no sólo de los narradores del último cuarto de siglo, a ver si vamos poniendo las cosas en su sitio de una vez, reivindicamos algunas obras importantes, poco o nada conocidas, y le cortamos la cabeza a algunas estatuas de poetastros que tienen rango de capitán general y sólo fueron compositores de ripios. Y eso es cosa de las universidades, que digo yo que para algo tenemos dos, aunque me temo que todo seguirá igual, repitiendo las máximas de Valbuena Prat, corregidas mil veces, y buscándole las comas a las novelas de Galdós, mientras sigue en el olvido el importante corpus teatral de Don Benito. Y es que debe ser verdad la sentencia de Juancho Armas Marcelo al que le pregunté una vez si Canarias es surrealismo o realismo mágico. El me contestó: «Surrealismo máximo, maestro». Pues eso.
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(Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del día 27 de enero)

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Qué frío hace

Después de una Navidad caribeña y un enero que parecía mayo, ha llegado el frío. No es que me guste especialmente el frío, al revés, pero es evidente que uno acaba acostumbrándose a los ciclos y parecía raro que no hubiera que sacar las bufandas del cajón. En La Península han tenido y tienen frío para dar y tomar, pero de la primera ola de aire siberiano nos libramos porque el alisio dejó de soplar en la dirección de siempre y estuvimos metidos en una burbuja mientras por allá se congelaban. Ahora el alisio sopla como debe, desde el nordeste, y es el momento de abrigarse.
zfrio.JPGEsto del tiempo atmosférico tiene algo de esotérico, por aquello de las cabañuelas de agosto y por el refrán que dice que si llueve para La Candelaria (2 de febrero) queda mucho invierno, pero si no llueve es que será muy corto. Dicen los campesinos que saben de cabañuelas que este año el invierno ha venido tardío en Canarias, pero que según los cálculos que hicieron en agosto pasado hará frío hasta bien entrada la primavera, con lo cual este año se puede hacer verdad aquel otro refrán de «hasta el 40 de mayo (10 de junio) no te quites el sayo». Abríguense.