José María Millares en el Parnaso
Acabo de conocer la noticia de que a José María Millares le han dado el Premio Nacional de Poesía por su libro póstumo Cuadernos 200-2009. Hace unos meses este mismo libro había sido galardonado con el Premio Ausias March al mejor libro del año. Y hay que alegrarse, aunque también me sale la rabia porque parece una confabulación del destino.
A menudo no respetan ni al hombre ni a la obra. Esta vez al menos se ha hecho justicia con la obra, porque el hombre murió sin que se le reconociera en la medida en que lo merecía su gran aportación poética. Es verdad que unos meses antes de irse le entregaron el Premio Canarias, pero ya no tenía gracia, pues había sido ninguneado muchas veces. Esos que ahora clamarán por la obra de Millares, colaboraron en el ninguneo, por activa o por pasiva. Donde quiera que esté ahora, si hay otra dimensión, José María debe estar partiéndose de risa, porque finalmente no han podido con él ni con su poesía. Me alegro de verdad.
La cuestión es que este asunto no puede resolverse en plan barricada, y por eso creo que las sucesivas flotillas que lleguen a El Aaiún tendrán el mismo final. Por mucho que grite Willy Toledo el gobierno de Madrid -el que sea- mirará hacia otro lado. Hay que ser firmes y consecuentes, lo sé, pero no parece muy práctico dar una y otra vez coces contra el aguijón. Como llevo treinta años clamando en el desierto sobre este asunto (la mayor parte del tiempo solo) puedo permitirme decir que cada flotilla que llegue al Sahara desde Las Palmas o Santa Cruz lo único que conseguirá es poner a Canarias en el mapa de la información internacional como zona de conflicto, y encima el asunto saharaui no se moverá ni un milímetro. A ver qué turista europeo va a subirse en un avión rumbo a un lugar que acaba de ver en los noticiarios como escenario de un conflicto, porque desde lejos se magnificará y parecerá mucho mayor.