Sigue el reparto de premios literarios
Hace unos días celebraba aquí el Premio Nacional de Poesía a José María Millares, ayer mismo el Nobel de Vargas Llosa y hoy toca el Nacional de Narrativa. Pero este vez no estoy muy de acuerdo, y no porque no me parezca bueno el libro de Javier Cercas, que lo es, sino por una mera cuestión de procedimiento. Y es que niego la mayor, porque por muy bueno que sea un texto, si no es narrativa no puede ser galardonado con un premio de narrativa. Pero, claro, me dice un amigo que es lo mismo que hizo Truman Capote en A sangre fría, Nuevo Periodismo.
Leí Anatomía de un instante y me maravilló el juego literario al tiempo que reflexivo que hacía Cercas. Pero no es una novela al uso, como se publica en la nota oficial de prensa que sale en todos los medios. El libro es una reflexión sobre el poder, sobre la dimensión de superhombre que a veces una persona común se arroga porque tiene esa responsabilidad. Es un dibujo de Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo muy descarnado y nada misericordioso aunque creo que muy ajustado. Se podría calificar incluso de gran reportaje cercano al periodismo y con grandes dosis de ensayo cuando no de historia investigada, que seguramente merecía un Premio Nacional pero tal vez no el de Narrativa, y sé que mucha gente no comparte mi opinión, porque las historias reales y las ficciones se contruyen con los mismos recursos literarios.
Decía Cela que novela es cualquier cosa que debajo del título lleve la palabra «novela». Vargas Llosa experimentó con partes militares, recetas de farmacia y documentos contables en Pantaleón y las visitadoras. Pero era ficción, recursos que tenían el propósito de contar una historia. En el libro de Cercas eso no pasa. Pero finalmente es un gran libro, y como llega el otoño empieza la pedrea.
La verdad es que los de la Academia Sueca tienen vocación por sorprendernos cada año. Cuando empiezan a sonar vacas sagradas se decuelgan con un nombre casi desconocido, y este año que los comentaristas rebuscaban en autores de Kenia, de Japón o norteamericanos que no sonaran tanto otras veces, van y se lo dan a Vargas Llosa, que lleva años en las quinielas y que a estas alturas uno pensaba que le iba a pasar como a Borges, que siempre sonaba pero que nunca se lo darían. Vargas Llosa atrae opiniones diversas en cuanto a sus posicionamientos políticos e incluso intelectuales. Es normal en quien se atreve con todo, siempre a gran nivel. Yo mismo suelo no estar de acuerdo con algunas de sus ideas, pero lo que nadie discute es su enorme calidad literaria como novelista y la profundidad y lucidez de sus obras de ensayo literario. Es más, hay que buscar mucho para encontrar hoy un crítico literario de su envergadura. En nuestra lengua no lo veo y creo que tampoco más allá. De manera que esta vez el premio va para la Literatura, sin implicaciones étnicas, políticas o reivindicativas de ningua clase. Y eso también está bien de vez en cuando.