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Más madera rosa

Los soldados marroquíes siguen pisando los Derechos Humanos en el Sahara y no parece que eso sea importante. Lo que se comenta mucho en estos días es la serie que han hecho sobre Los Príncipes de Asturias, y uno tiene que escuchar frases que podrían colgarse en el museo de las chorradas: Letizia ha llevado la modernidad a la monarquía, una plebeya nunca podrá comportarse como una princesa de sangre real, el Príncipe es un hombre como los demás y tiene derecho a casarse por amor, y otras sandeces obvias.
zlzzetizia_4[1].JPGPara empezar, no he visto la serie ni me interesa demasiado, pero es imposible abstraerse al ruido. No sé si es técnicamente buena o mala, pero si lo que pretendía era crear buena imagen de los Príncipes les ha salido mal; si por el contrario querían ridiculizar el asunto, les ha salido redondo. Y es que en estos tiempos no se puede estar seguro de dónde proceden los tirones republicanos, que en estos momentos me parece que vienen más de la ultraderecha que de los republicanos de siempre. Para empezar, es imposible modernizar una institución que es antigua por definición, y si entramos en todo los demás la conclusión es que hay una contradicción entre tener muchos privilegios por cuna y pretender al mismo tiempo ser un hombre como los demás. Y encima se le da a todo esto un tratamiento propio de la prensa rosa.

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Hombres imprescindibles

Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida:
esos son los imprescindibles
. (B. Brecht)

Con la muerte de Marcelino Camacho se han desatado las loas y se ha centrado la atención sobre el dirigente sindical que fundó Comisiones Obreras. Realmente Camacho fue siempre tan discreto que parece que casi se empeñó en privar a su figura de la aureola que sin duda tenía. Fue un combatiente republicano durante la guerra civil y como perdedor fue confinado en un campo de concentración. Y ahí su figura adquiere vuelo heroico y novelesco, que poco se ha comentado, pues se evadió de su presidio en el norte de Africa y huyó a Argelia. Por lo tanto fue también un exiliado y cuando regresó a España siguió trabajando en la clandestinidad conformando Comisiones Obreras y realizando una lucha permanente contra el franquismo en su apogeo.
zZZcamachobujo.JPGSu nombre estuvo en todas las bocas cuando tuvo lugar el famoso proceso 1.001, que llevó a la cárcel de Carabanchel en prisión preventiva a la cúpula de CC.OO.: Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Miguel Ángel Zamora, Pedro Santiesteban, Eduardo Saborido, Francisco García Salve (sacerdote obrero), Luis Fernández, Francisco Acosta, Juan Muñiz Zapico y Fernando Soto. La coincidencia del juicio con el atentado a Carrero Blanco (20 de diciembre de 1973) hizo que las penas fuesen más duras, y en la cárcel estuvieron hasta que el 25 de noviembre de 1975, cinco días después de la muerte de Franco, el Rey Juan Carlos, aún no coronado (eso ocurriría dos días más tarde) los indultó. Camacho se hizo referente de la justicia social, y el suéter rojo que le tejió su esposa para que se abrigase en la cárcel se convirtió en un icono de la lucha por la libertad. Su corazón comunista con todas sus consecuencias lo llevó incluso a enfrentarse a la dirección de CC.OO. que le sucedió en 1987. Ha muerto en su modesta casa de siempre y es ahora cuando muchos se dan cuenta de la lección de coherencia que fue cada acto de su vida.
Siempre me pareció una figura paralela a la de Germán Pírez, Fernando Sagaseta, Agustín Millares Sall y tantos otros, y aprovecho para decir que quienes amamos la libertad y valoramos la coherencia seguimos debiendo un gran homenaje social a estos hombres que son el viento del pueblo que cantó otro hombre imprescindible, Miguel Hernández. Ahora que tratan de arrebatarnos las conquistas sociales que han costado tantos sufrimientos, tenemos que mirarnos en esas figuras que son faro para el futuro, y el que diga que las ideologías han muerto es que es de derechas, eso está claro. Deseo que Marcelino Camacho descanse en paz, o que haga lo que quiera, que a lo mejor no quiere descansar y seguir luchando. En este momento de la historia necesitamos hombres como Marcelino Camacho: IMPRESCINDIBLES.

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El neogaldosianismo y otras sandeces

Anunciaba en un trabajo anterior la moda que se está imponiendo de atribuirse cierto galdosianismo en algunos autores y autoras de la actualidad narrativa. Galdós es un gigante, uno de esos novelistas supremos como sólo hay media docena en toda la historia de la literatura universal. Solemos decir que es el mejor novelista español después de Cervantes, pero eso no es exacto; yo diría que Cervantes y Galdós forman parte de ese ramillete de media docena de autores incuestionables y que son fuente en la que beben todas las literaturas de Occidente.
zluego1.jpgYa he dicho muchas veces que quienes etiquetan a Galdós de realista a secas es que no han leído su obra. Es verdad que la mayor parte de sus novelas son realistas, pero tamizadas por una imaginación y una capacidad de contar pocas veces igualada. Galdós es también otras cosas: rupturista de los viejos esquemas (últimos cinco títulos de los Episodios Nacionales), renovador del teatro y autor de literatura fantástica cuando se lo propone. Pero él lo que quiere es mostrar la realidad sobre todo; en ese sentido es realista, y al mismo tiempo imprime a sus descripciones, sus diálogos y sus enumeraciones una profundidad tremenda, en la que se filtran de rondón la filosofía, la política, la ética, la religión o las reivindicaciones feministas mucho antes del feminismo. No es Galdós un contador de historia desnudo, es un novelista que funda espacios en los que podemos mirarnos cien años después de haber sido creados.
Sin embargo, cuando un novelista se acerca a la historia, enseguida sale el adjetivo galdosiano, sobre todo si se trata de la historia de España. Ya empiezan a colgarle ese rótulo a Pérez-Reverte porque hizo un remake de Trafalgar, o porque hace poco rememoró el Cádiz atacado por los franceses en la Guerra de Independencia.
zluego2.jpgTambién dicen lo mismo de las últimas entregas de Muñoz Molina, porque trata de reconstruir una época de la reciente historia española, y seguramente se lo colgarán -o quién sabe si él lo reivindica- a Eduardo Mendoza, porque en su novela del Planeta recrea un tiempo madrileño inmediatamente anterior a la guerra civil y salen personajes reales como Franco o José Antonio Primo de Rivera.
Hablé anteriormente de Almudena Grandes en este espacio, y ella misma se reivindica heredera de Galdós al tratar de escribir en seis novelas otros tantos episodios acaecidos durante la dictadura franquista. Ser heredero de un autor tiene más que ver con el estilo que con lo que se cuenta, y ni Pérez-Reverte, ni Muñoz Molina, ni Almudena Grandes (mucho menos Eduardo Mendoza) tienen la menor concomitancia con el estilo galdosiano. Ahora va a resultar que todas las novelas alrededor de la historia de España son galdosianas, y leía hace unos días hablar del neogaldosianismo, puesto al servicio de los novelistas que escriben sobre la guerra civil y la dictadura franquista. Por lo tanto, al final todos vamos a ser neogaldosianos, un palabro que simplemente no significa nada.
Y escribo este artículo porque con estas etiquetas se vuelve a enmarcar a Galdós en un espacio muy reducido, el realismo historicista, cuando Don Benito se valía de él para crear mundos de una forma tan magistral que todavía no ha sido igualado en la vertiente realista (insisto en lo de realista porque seguro que alguien me saca a Juan Rulfo o a García Márquez, pero ese es otro palo). Tendríamos que llamar entonces neogaldosiano a Alexis Ravelo por sus novelas de la serie La Iniquidad, a Juancho Armas Marcelo porque novela en su próxima obra a un personaje histórico de la talla de Francisco de Miranda, o a quien esto escribe porque ha escrito alguna novela apegada a la historia, ha contado a salto de mata el siglo XX canario en los relatos de Crónicas del salitre y reivindica el mito de Juan García El Corredera en La Mitad de un Credo. Y nada de eso es cierto, porque los novelistas citados beben de Galdós como todos (para eso fue un maestro), pero no son neogaldosianos y está bien que así sea. Porque ¿qué es esa majadería del neogaldosianismo?
zluego33.JPGQuienes así se hacen llamar -o pretenden que otros lo hagan- responden más a dictados del márketing, y como ahora decir que se hereda de Galdós queda bien, pues vale. Y ya que estamos hablando de Don Benito recomiendo la lectura de sus obras, cualquiera de ellas, y encontrarán actualidad, reflexión que sirve para este tiempo, situaciones que parece que sucedieron ayer y un placer tremendo al degustar cada secuencia. Maravíllense con ese don de contar muchas cosas a la vez sin que se estorben, sin agobiar al lector con datos y datos (aunque los cuela, de eso sabía mucho nuestro paisano). Por lo que me toca, admiro tanto la obra de Galdós que me parece una insolencia sentirse heredero suyo, y hoy se llaman así quienes ayer procuraban que no los relacionaran con Galdós. Qué fauna literaria, Don Benito.

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(Este trabajo fue publicado el pasado miércoles en el suplemento Pleamar de la edición impresa del periódico Canarias7 de Las Palmas de Gran Canaria)