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Las redes sociales

awrDibujo.JPGNo niego que la Sociedad de la Información es un avance tremendo, que pueden leerse periódicos de Melbourne al segundo en el ordenador de tu casa o en tu móvil, y que la capacidad de comunicación tecnológica hoy es casi de ciencia-ficción. Sin embargo, tantas posibilidades están llevando a nuestra sociedad a que cada individuo se aísle en su madriguera, sentado delante de una pantalla y ajeno a lo que ocurre en su entorno inmediato. Las redes sociales pueden ser un buen mecanismo de comunicación, pero resulta que hay gente que tiene «amigos» virtuales que viven en Oviedo, en Valparaíso o en Nueva Orleans y no se habla con el vecino de al lado cuando se lo encuentra en el ascensor. Me decía hace unos días un cartero con muchos años de servicio que antes llegaba a un barrio, y cuando una dirección no estaba clara preguntaba a cualquiera dónde era la casa de fulano, y todo el mundo se lo indicaba, e incluso le daban detalles sobre la mejor hora para entregarle una carta certificada. Ahora es imposible, pregunta por una persona desde el portero automático y nadie lo conoce, aunque vive en el mismo edificio. Me incluyeron en Facebook hace un par de años, tengo casi 500 amigos y cuando entro me pierdo en un bosque de saludos que luego tienen poca incidencia en la vida cotidiana, porque los que siguen funcionando son los amigos de siempre, esos con los que te ves o hablas con ellos por teléfono. Y es que una cosa es la capacidad tecnológica de comunicación y otra muy distinta la comunicación real. De todas formas, hay que estar ahí, porque es un canal que no podemos despreciar.

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Antenas de operadoras de telefonía móvil

moviles 1.JPGLos que están tan preocupados por nuestra salud, haciendo leyes que prohíben fumar siempre que se perjudique a otros -y eso está muy bien-, deberían tomar nota de las antenas de las operadoras de teléfonos móviles, que puede que afecten a las personas más de lo que se dice. Los que hayan visto series americanas ambientadas en los años sesenta, o simplemente tiren de memoria, habrán visto que hace cincuenta años ya se sabía lo perjudicial que era el tabaco, pero la publicidad hacía que un hombre fumador fuese más viril y una mujer más moderna si llevaba un cigarrillo entre los dedos. El cigarro era sinónimo de glamour. Se ocultaba el peligro, y la publicidad creó legiones de fumadores, con lo que sería aterrador contar los muertos que ha habido en medio siglo por esa causa.
Con lo móviles puede estar pasando lo mismo, porque mientras unos afirman que tiene efectos nocivos sobre el ser humano otros se valen de estudios supuestamente científicos para decir que el peligro no es tal. Esto de los estudios me hace desconfiar desde que supe que un trabajo universitario holandés afirmaba que la cerveza tiene unas grandes propiedades positivas, otra universidad escocesa determinaba la bondad del whisky como regulador de la tensión y dos estudios -uno francés y otro español- aireaban las virtudes medicinales del vino tinto.
moviles 2.JPGLuego se fue sabiendo que estos estudios estaban financiados por empresas cerveceras, vinateras o destiladores de whisky. ¿Quién me dice que las operadoras telefónicas y los fabricantes de aparatos, con el potencial económico que poseen, no han becado estos estudios sobre el efecto de los móviles? Lo cierto del caso es que hay antenas por doquier, y da la casualidad de que mis trastornos de sueño han llegado coincidiendo con la colocación de una potente antena en una azotea a cincuenta metros de mi mesilla de noche y al lado de un espacio en el que se congregan hasta cinco centros educativos. Ya que están empeñados en velar por mi salud, que lo hagan del todo, porque quiero recuperar el sueño y la tranquilidad. Y si lo escribo aquí es porque reciben por respuesta el silencio administrativo mis escritos a los entes oficiales correspondientes, esos que tocan a rebato cuando les dicen que alguien ha encendido un cigarrillo.

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Legítima defensa

Lo digo de entrada: no soy antirreligioso ni antiyanqui. Los creyentes en cualquier religión y los admiradores de Estados Unidos -también personas de igual parecer que el mío- suelen reprocharme que critique acciones o actitudes de las distintas creencias o de la primera potencia mundial. El argumento es que, si no soy creyente, no es asunto mío, allá cada cual; y si no soy norteamericano, pues lo mismo. Y sería así si las religiones fuesen asunto privado de cada persona y lo que sucede en Estados Unidos sólo influyera en ese país.
llllunnnna.JPGPero la realidad es otra. Por eso me alarma cuando a Washington se le ocurre cualquier cosa referida a la libertad del individuo. Si eso ocurriera en Lituania o en Paraguay, no tendría incidencia en el planeta, pero Estados Unidos influye en todas partes y es un espejo en el que se miran los demás. Lo que ocurre allí acaba extendiéndose por el poderío económico y mediático de aquel país.
Con las religiones pasa lo mismo. Seguramente me daría igual que una secta minoritaria de Indonesia prohibiera el uso del sombrero, pero cuando una religión de miles de millones de creyentes trata de incidir en la vida privada me echo a temblar, porque finalmente acaba tocándonos. No se puede permanecer callado cuando van a lapidar a alguien por adulterio (aunque ese sea un precepto supuestamente religioso), o cuando en nuestro ámbito cultural los dirigentes de la religión mayoritaria presionan en asuntos privados, porque esto al final nos concierne a todos. Y tampoco es cierto que sea antiamericano (admiro muchas cosas de ese gran país) ni que tenga fijación con la Iglesia Católica. Cuando los critico lo hago en legítima defensa.
Por otra parte, rechazo frontalmente la persecución que se hace a los cristianos en países como Irán, Egipto o Nigeria. Es verdad que en lugares como los mencionados hay intolerancia y a veces se paga ser cristiano con la muerte. En esto, por supuesto, estoy totalmente de acuerdo con el Papa.