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¿La muerte de Albert Camus fue un accidente?

Hace cincuenta años que murió Albert Camus, un francés nacido en Argelia que roza la leyenda seguramente porque murió prematuramente (47 años). Nadie duda a estas alturas que Camus es uno de los grandes escritores del siglo XX, que lo vivió todo muy de prisa y muy profundamente, hasta el punto de haber sido uno de los Premios Nobel de Literatura más joven (44 años).
camus[1].jpgSu obra es incontestable, sea en la novela, la filosofía o el teatro, y estuvo en los grandes debates que hubo en Francia durante la guerra de independencia de Argelia y alrededor del marxismo, enfrentado a Sartre, en tiempos en que hasta el diálogo intelectual era una lucha sin cuartel. Si lo saco hoy a colación es porque medio siglo después de su muerte en un extraño accidente de tráfico, se oyen voces que dicen cada vez más alto lo que siempre se ha murmurado. Desde 1960 se especuló -aunque pocos se han atrevido a manifestarlo con claridad- que Camus pudo ser víctima de un atentado, que alguien manipuló el coche en que murió (no conducía, como tampoco iba al volante James Dean en su accidente mortal), un magnífico y seguro automóvil que manejaba su amigo y editor Gallimard, por una carretara recta, amplia y a velocidad prudente. Ahora ya se dice a viva voz e incluso hay alguna novela que recrea esta hipótesis. Ignoro si esto es cierto, pero desde luego sí que eran enconados los odios entonces, y hablar de asesinato en este caso da escalofrio, porque la única arma que usaba Camus era la palabra. Pero ya sabemos que cuando el pensamiento se opone a las rígidas ideas de quienes quieren imponerlas por la fuerza a los demás se corre peligro. Y viendo cómo era aquella sociedad francesa tan libre y a la vez tan sectaria, cobra sentido la posibilidad de que la muerte de Albert Camus no fuese un accidente.

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Haití un año después

Hay pueblos que parece que sobre ellos ha caído una maldición. Haití es uno de ellos, un lugar en el que se mezcla la extrema pobreza con los sistemas políticos corruptos y la ignorancia que es manipulada por creencias esotéricas como el vudú o el convencimiento de que los muertos vuelven físicamente del más allá (zombis). Con estos ingredientes no hay manera de que u pueblo avance, sobre todo cuando sus dirigentes se aprovechan de todo eso para amasar fortunas inmorales a costa del sufrimiento ajeno.
terremoto[1].jpgAsí era Haití hace un año. Pero encima la tierra se movió, con una intensidad que en países como Japón significaría un contratiempo (6,5), pero que en lugares de construcciones endebles es la destrucción total. También parece que a los pueblos más pobres les ha tocado habitar en los lugares más peligrosos del planeta. Luego ha llegado el cólera, y la comunidad internacional no ha cumplido lo que prometió en la conferencia de donantes, pero sí que ha habido dinero para misiles, portaaviones y tanques. La verdadera maldición de Haití es la crueldad del ser humano, lo mismo que sucede en Darfour, en el Congo, en Somalia, en Liberia o en Birmania (o como se llame ahora). Lo único que saben hacer las grandes potencias es venderles armas y expoliar sus recursos.

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La violencia como arma política

Lo ocurrido en Arizona no es una casualidad por dos razones: la primera es que en un país en el que hay 300 millones de personas y 400 millones de armas de fuego siempre hay algún loco que aprieta el gatillo. Siempre se ha dicho que no es bueno tener un arma en casa porque puede que alguna vez acabe siendo utilizada, y por eso no entiendo por qué se permite llevar navajas a chicos y chicas que van a institutos o salen a tomar una copa. Portar armas debería ser un delito muy grave, porque en una pelea salen a relucir, cosa que no pasaría si no estuvieran presentes. La violencia que hay en la sociedad depende también de la permisividad.
edertano.jpgLa segunda razón por la que creo que lo de Arizona no es casual es que el mensaje envenenado que lleva meses lanzando el Tea Party acabaría teniendo respuesta por parte de algún descerebrado. Está claro que los norteamericanos, a pesar de tantos adelantos técnicos, siguen viviendo con el espítitu de la frontera, de aquello pioneros que se abrían paso a punta de revólver y en medio docenas de pistoleros, forajidos y gente que quería sacar provecho del trabajo de los demás. Ese espíritu pionero que se apoya en el rifle como emblema de libertad es un engaño, y mientras no se controle la posesión de armas no habrá manera de evitar que, entre 300 millones, salga un animal que juega al tiro al blanco con las personas. Por otra parte, este atentado es un claro aviso a Obama, que no debe perder de vista la parte más cerril de la sociedad americana. Y lo lo más triste es que este ambiente de violencia se proyecta al resto del mundo.