Canarias en el balcón de África
Hemos visto muchas veces cómo los problemas de otros lugares afectan a Canarias, incluso de forma engañosamente beneficiosa, como cuando hubo guerra en los Balcanes o ahora mismo con la inestabilidad en el Norte de Africa. Nos vienen turistas desviados de otros destinos y parece que es bueno, pero a la larga lo que esto demuestra es que Canarias tiene una situación geográfica muy peculiar, que tienen tantas ventajas como inconvenientes.
Cada vez que se complica la situación en Oriente Próximo y como consecuencia se cierra el Canal de Suez, Canarias se convierte en la ruta de los grandes petroleros que vienen del Golfo Pérsico. Pasó en la Guerra de los Seis Días, en la Guerra del Golfo y en otras ocasiones en las que se cierra una ruta que va desde Arabia hasta Europa y Estados Unidos. Se ha publicado en medios nacionales -y circula por Internet- que las células de Al Qaeda que se mueven por Marruecos, Mauritania y Mali tienen en su agenda atacar con lanchas suicidas a estos petroleros en su ruta por Canarias. Esto se supo cuando las células fueron desactivadas, pero sabemos que cada día es más fuerte la presencia islamista en esa zona y con los nuevos acontecimientos no es descartable esta hipótesis. Y tampoco sabemos cómo puede evolucionar el conflicto del Sahara. Algo así sería tremendo, porque pondría a Canarias en el mapa del conflicto y, además, las consecuencias ecológicas de un superpetrolero hundido en nuestra aguas serían terribles. De manera que nuestros políticos deberían dejar ya de jugar a la silla y aplicarse en exigir seguridad para esta zona, que si estamos para las maduras también queremos que estén con nosotros en las verdes.
Sé que hay que explicar lo inexplicable, que el sacrosanto mercado (¿el mercado?) pide sacrificios. Nada se va a mover porque los mecanismos idiotizantes funcionan como un reloj suizo; sé que me van a dar por saco, pero por lo menos quiero que sepan que les he pillado el truco. El culto al sistema y al mercado me toca las narices, y, francamente, me pone de muy mala leche que me tomen por tonto.
Las cancillerías de Occidente se echan las manos a la cabeza porque se les presenta una situación que no tenían prevista. Si la caída del Muro berlinés les venía muy bien, porque llevaban cuarenta años intentando derribarlo, este muro ideológico que ahora se desmorona es un arcano, pues nunca contemplaron la posibilidad de que algo así ocurriera. Durante años han tratado de manejar a distancia todo ese conglomerado de tensiones con Israel en medio, primero a través de la RAU (República Arabe Unida), luego con los tratados de paz de Egipto y Jordania con un estado hebreo tutelado por Estados Unidos, y ahora no saben qué va a pasar con los partidos islamistas, con los negocios multimillonarios en turismo, petróleo y gas natural y con la verdadera democracia que surje de abajo. Pudieron ahogar la victoria del FIS en Argelia y luego la de Hamás en los territorios palestino, pero ahora son muchos países y todo el pueblo en la calle. A ver qué pulso exhiben quienes todavía hoy tienen alguna capacidad de decisión.