Un lección de humildad
Ante la magnitud del terremoto en el Japón, el Tsunami en todo el Pacífico y la erupción en Indonesia del volcán Karangetang, cualquier historieta local queda tan pequeña que casi desaparece. Las fuerzas de la naturaleza desatadas pasan por encima de cualquier intento del hombre para dominar el planeta. Estamos recibiendo una lección de humildad, y vemos cómo paísen muy poderosos no pueden hacer otra cosa que enviar telegramas de solidaridad; ni siquiera pueden trasladar ayuda porque no funcionan los aeropuertos y los puertos están muy dañados. Japón es un país admirable, con una cultura milenaria y una capacidad de adaptación a los tiempos nuevos como ningún otro. Esta enorme catástrofe no se parece al apocalipsis porque los japoneses son muy precavidos, pero en cualquier caso es un desastre que afecta a toda la cuenca del Pacífico, el océano más grande del mundo.
Mientras tanto, por aquí seguimos con tonterías y estupideces que ni siquiera resisten la lógica más básica. Se quejan algunos alcaldes tinerfeños de que es un sin Dios que los emigrantes canarios en Venezuela no puedan votar en las elecciones nuestras, y eso es algo que nunca he entendido. La demagogia de que «tienen sangre canaria» y todo eso es fácilmente rebatible. Si un canario está empadronado en cualquier municipio de La Península, podrá votar allí, pero no en Canarias, y sin embargo si vive en Venezuela parece tener un derecho sacrosanto. Pues los canarios que viven en Madrid o Castilla-León tienen esa misma sangre isleña, no votan y no pasa nada; eligen al alcalde de Ponferrada o al de Caracas, y cuando vivan en Canarias, como estarán empadronados, votarán en las elecciones de aquí. Digo yo.