Lo importante es el fútbol
Hoy no hay desempleo, lo importante es conocer el sistema que va a imponer Mourinho en la final d ela Copa del rey. No importa si el conflicto de Libia se alarga indefinidamente creando muerte y sufrimiento, lo que interesa es saber si Villa acabará esta noche con su sequía goleadora.
No tiene el menor interés que un porcentaje altísimo de candidatos en las próximas elecciones estén imputados por corrupción, lo que hay que saber es si psicológicamente está más fuerte el Real Madrid o el Barça, o si brillará más Messi que Cristiano Ronaldo. Nos olvidamos de que el responsable de Sanidad de Cataluña haya dicho que no hay más dinero y que las listas de espera se alargarán hasta el infinito. Eso se arregla con una jugada genial de Iniesta. Que Gallardón tenga endeudados hasta las cejas a los madrileños tampoco es problema. Lo duro sería que determinado jugador acumule tarjetas amarillas y no pudiera jugar próximos e importantes encuentros. Y cuando acaba el partido, lo importante es siempre la humildad de Guardiola, trabajada según normas del Actors Studio, o la chulería quejumbrosa de Mourinho, también impostada según dicta la escuela Stanislavski (para que luego digan que el fútbol no es cultura). En España, el fútbol es como la guerra civil pero con árbitro. Este es un país dual, una condena.
Hace unos días estuve en Valsequillo para dialogar con el alumnado del instituto sobre mi novela La mitad de un Credo, que tiene como protagonista a un personaje trasunto de Juan García el Corredera, que caminó por aquellas tierras, desde el Valle de los Nueve a los Picachos de Tenteniguada. Fue un día de reencuentros. Por un lado el de la mítica figura del personaje con los lugares reales por donde recibió la solidaridad del pueblo llano, y también la mía con una época en la que fui profesor en ese precioso lugar. Ha pasado el tiempo, el aspecto físico del centro urbano del municipio ha cambiado, pero sigue siendo igual la sencillez y la nobleza de unas gentes que son los que realmente dan personalidad a un enclave que todos admiramos por la belleza de su paisaje. Valsequillo es un pueblo de memoria y de futuro, y siempre es muy grato volver, sobre todo cuando en el fondo nunca nos hemos ido.