Creencias, ritos y fanatismo
Todas los años por estas fechas circulan las imágenes terribles de los nazarenos voluntarios que se flagelan con látigos hasta destrozarse la espalda y son crucificados con clavos de verdad después de haber sido coronados de espinas. Esto suele ocurrir en distintos lugares de Latinoamérica y sobre todo en Filipinas, donde las creencias, las promesas y los ritos alcanzan un realismo que estremece.
La libertad de creencias es algo que debe estar por encima de cualquier cosa, pero siempre me pregunto cómo es posible que una creencia legítima cruce la línea del fanatismo. Por aquí se hacían promesas de ir caminado a ver a un santo, un Cristo o una Virgen. Es una tradición que se vaya cada año caminando a visitar a las patronas. Hace años llegaban a Teror peregrinos con los pies destrozados porque acudían descalzos desde cualquier punto de la isla, por caminos reales terribles, y luego remachaban haciendo de rodillas el recorrido entre la plaza y el altar. Recuerdo con horror ver el suelo de la basílica de Teror regado de la sangre de los peregrinos, que en su buena fe hacían ese sacrificio. Afortunadamente eso ya no se ve por aquí. Las autoridades eclesiásticas se oponen, el Arzobispo de Manila ya no sabe qué hacer ni decir, pero el fanatismo pasa por encima hasta de las normas de La Iglesia. Entiendo que haya ritos pero no esas acciones terribles que en el siglo XXI tendrían que acabar.
En este país, en el que buena parte de la población dice que el Estado debe ser laico, la Semana Santa es una de las vacaciones clásicas. No he visto que haya movimientos para suprimir estas fiestas en el calendario laboral, y resulta contradictorio puesto que tanto estas vacaciones como la Navidad y las fiestas de los santos patronos y la mil vírgenes que pueblan España son las que rigen no sólo el calendario laboral, sino la guía de las tradiciones de muchas comunidades. Aparte de la significación religiosa que puedan tener para los creyentes, estas fiestas, como otras muchas, son el referente de asuntos culturales y artísticos (es inmenso el arte que hay en las iglesias) y de tradiciones seculares que han ido conformando unas sociedades europeas en las que sin duda el cristianismo es una de sus columnas culturales. También es cierto, que con motivo de esta o aquella festividad, hay costumbres que podríamos ir desterrando, porque por mucha tradición que haya es una salvajada martirizar un toro en una vega de Valladolid, realizar encierros y espectáculos con toros en los que suele haber accidentes mortales o lanzar cabras desde los campanarios. La religión es una cosa, la tradición otra y la cultura otra, aunque, como ocurre en Semana Santa, se dan la mano.