Éramos pocos y…
Como éramos pocos, parió Miguel Bosé. Yo no sé qué tienen en la cabeza estos estrellones de no sé qué, pero hacen comunicados sobre sus cosas, supongo que porque hay gente a la que le interesa la vida de los demás. Me encantan Al Pacino, Paul Auter, Céline Dion o Eduardo Arroyo, pero me importa un comino su vida personal, sobre todo cuando nada añade a su carrera artística o literaria. Dicen que es importante conocer la vida de los escritores, pintores o cineastas para alcanzar a entender los procesos de su obra. La verdad es que no lo creo, es puro cotilleo, porque poco sabemos de Sófocles, Fidias o el Padre Soler, pero sus tragedias, sus esculturas y su música atraviesan el tiempo. Que ahora nos salga Miguel Bosé con que es padre de dos hijos (supongo que mellizos) no le quita ni le pone absolutamente nada a su trayectoria artística, que consiste en un par de canciones interesantes y mucha morralla, además de ser un intocable por ser hijo de torero y actriz. Habla a los medios como si nos estuviera perdonando la vida a todos, y no es más que un mimado de la promoción y de los clanes que controlan la cultura. Y dicen que es actor; ¿se acuerdan de alguno de sus papeles memorables? Tiene dos hijos, enhorabuena, sigue las miguitas de Ricky Martin para así tener más presencia mediática y vender más entradas en sus conciertos (los discos ya se venden poco). Pues nada, que sea enhorabuena, y así que pasen veinte años tendremos otros dos Bosé viviendo del bote.
La libertad de creencias es algo que debe estar por encima de cualquier cosa, pero siempre me pregunto cómo es posible que una creencia legítima cruce la línea del fanatismo. Por aquí se hacían promesas de ir caminado a ver a un santo, un Cristo o una Virgen. Es una tradición que se vaya cada año caminando a visitar a las patronas. Hace años llegaban a Teror peregrinos con los pies destrozados porque acudían descalzos desde cualquier punto de la isla, por caminos reales terribles, y luego remachaban haciendo de rodillas el recorrido entre la plaza y el altar. Recuerdo con horror ver el suelo de la basílica de Teror regado de la sangre de los peregrinos, que en su buena fe hacían ese sacrificio. Afortunadamente eso ya no se ve por aquí. Las autoridades eclesiásticas se oponen, el Arzobispo de Manila ya no sabe qué hacer ni decir, pero el fanatismo pasa por encima hasta de las normas de La Iglesia. Entiendo que haya ritos pero no esas acciones terribles que en el siglo XXI tendrían que acabar.