Colombo y la memoria
Ha muerto el actor Peter Falk, que en los años 70 encarnó al teniente Colombo en una serie de televisión de mucho éxito que se convirtió en un referente de la época. Aparentemente despistado, en realidad era un observador minucioso, que siempre atrapa al asesino por detalles mínimos en un constante homenaje de los guionistas a la resolución de la película de Hitchcock El crimen perfecto. Descubría al culpable por la manera de abotonar una chaqueta o de atar los cordones de unos zapatos. En realidad, su personaje era un cántico a la importancia de la memoria en todos sus aspectos (visual, auditiva…) La triste paradoja es que en sus últimos años padecía Alzeimer, hasta el punto de no recordar su propio nombre. No voy a decir ahora que ha desaparecido uno de los gigantes de la interpretación, aunque hizo secundarios memorables (fue nominado al Oscar dos veces) como el que bordó junto a Glenn Ford y Bette Davis en el gran clásico de Frank Capre Un gánster para un milagro. Sí voy a decir que su personaje de Colombo, vestido con una gabardina de vertedero (ahora es imitado en una serie de TVE) se convirtió en un antihéroe y forma parte de la historia de la televisión. Recordarlo nos remite a una década muy peculiar, la de los 70, la que creó referencias cinematográficas que dejaron mucha huella, como El Padrino, Cabaret, Tiburón, El espíritu de la colmena, Amarcord, Fiebre sábado noche, La vida de Brian o Taxi driver, y series televisivas de leyenda que hoy son iconos de la cultura: Kojak (el calvo de cupa-chups), La casa de la pradera, Curro Jiménez, Pipi Calzaslargas, Enredo, El increíble Hulk y, por supuesto, Colombo. El cine, los libros, la música y las series de televisión ayudan a componer la memoria que va fijando nuestra historia personal. Colombo forma parte de ella. Descanse en paz Peter Falk.