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Investidura

parlamento-canarias[1].jpgSe le pide siempre a un discurso de investidura lo que no puede dar, porque es un empeño que no responde a la literatura, ni al parlamentarismo, ni a la capacidad de comunicación; es un híbrido que toma lo peor de cada género y ni el mismísimo Castelar podría hacer de él un pieza oratoria de peso. Como discurso resulta denso porque hay demasiados conceptos. Si se pretende que sea un listado de proyectos siempre es generalista, ya que no hay tiempo para profundizar en todo. Si se trata de la realidad, es que se ha hablado poco del futuro, y si se concentra en el futuro es que se ignora la realidad. Si es una conferencia resulta agotadora porque sobrepasa los 45 minutos que proponen los especialistas y además no se proyectan diapositivas ni transparencias con esquemas en PowerPoint. Los discursos de investidura son malos por definición, el género no da para más, es como cuando Pedro García Cabrera fue a la mar por naranjas. Ocurre como con los discursos del Estado de la Nación o la Nacionalidad, paja y viruta por todas partes, que es calificado de magistral por quienes apoyan al gobierno y desastroso por la oposición. En realidad, la investidura debiera durar diez minutos, el tiempo que se tarda en abrir la sesión, votar electrónicamente y proclamar presidente al candidato. Una formalidad, como sacar el carnet de identidad. El tiempo ganado se podría utilizar en algo práctico.

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Otra política es posible

En la era de la comunicación, el papel social de los artistas e intelectuales se ha difuminado porque hoy la influencia de las opiniones está muy relacionada con las horas de televisión en que aparezca alguien, independientemente de su nivel. En la II República, cuando llegaban con tres días de retraso los periódicos de Madrid, los lugareños, que en muchos casos no sabían leer, preguntaban al maestro, al cura o al que supiera leer en la barbería qué opinaban sobre un asunto concreto Don José (Ortega y Gasset), Don Antonio (Machado) o Don Miguel (Unamuno). zzzintej.JPGY aquello tenía calado, porque en realidad creaba opinión. Ahora, los intelectuales hablan, opinan y critican, pero nadie pregunta en el pueblo qué han dicho Don Fernando (Sabater) o Don Emilio (Lledó), aunque últimamente sí que se han interesado por lo que ha dicho Don José Luis (Sampedro), y hemos visto la que se ha montado, porque alguien ha hecho pensar con argumentos. Ahora se ha presentado en Madrid un grupo de artistas e intelectuales amparados por un manifiesto en el que afirman que otra izquierda es posible. Que la mayor parte de los firmantes apoyaran en su momento a Zapatero da alas a la voraz derechona para criticarlos porque suponen que lo que buscan es un nuevo árbol al que arrimarse, ahora que parece inevitable el desembarco de la derecha portadora de los valores eternos del feudalismo. Yo creo que otra izquierda es posible y podría perfectamente firmar el manifiesto, pero también necesitamos otra derecha menos entregada al fanatizado ultraliberalismo galopante que nos predican cada día, y en el que también ha sido atrapada la socielademocracia. Creo en la buena intención de los firmantes, aunque en lugar de centrar el asunto en la izquierda yo propondría que otra política es posible, pero eso los políticos ni lo huelen.

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Los autores son víctimas, no delincuentes

Por si no estuviera suficientemente minusvalorada (por no decir desprestigiada) la actividad artística e intelectual en España, la Guardia Civil acaba de entrar a registrar la SGAE por orden de un juez de la Audiencia Nacional. Y esto sólo ayudará a confundir las cosas, a meter en el mismo saco a quienes viven de administrar lo que otros producen, los que recaudan y no reparten con la transparencia adecuada y los que trabajan con su esfuerzo y su talento produciendo obras de todo tipo que enriquecen la cultura colectiva de este país. zPalacio_Longoria_(Madrid)_01[1].jpgAquí se ha llegado a decir (Rodríguez Ibarra lo hizo, parece mentira) que él tiene derecho a disfrutar gratuitamente de una canción tomada de internet o de donde sea. Los artistas e intelectuales que componen canciones o sinfonías, que crean poemas, novelas o teatro, que realizan labores de indagación o que reflexionan y publican sus conclusiones deben hacerlo por amor al arte. Horas, años de dedicación no tienen fruto, pues los internautas consideran que la cultura es gratis, y al mismo tiempo la SGAE y el Gobierno crean un canon digital que es un asalto a cualquiera que compre un soporte o un aparato (CD virgen, grabadora, ordenador, fotocopiadora, reproductor…) Luego viene el reparto de ese canon, que alguno sabrá a dónde va, pues conozco a muchos socios de la SGAE (yo mismo lo soy) y nadie ha visto un solo euro por ese concepto. Alguien cobrará, supongo. Y ya veo venir las manipulaciones dando a entender que todos (los artistas, los intelectuales, los socios obligados de la SGAE) son lo mismo que los que cometen irregularidades. Si finalmente hay delitos (ya lo dirán los tribunales) los autores no son los delincuentes, son la primeras víctimas, porque esos delitos se cometen contra un dinero que les pertenece; luego están las cuestiones fiscales y de otro tipo, pero eso ya no es cosa de los autores, que simplemente dedican su tiempo a crear cultura. Si los intelectuales siempre han sido un referente social y moral, parece que hay muchos empeñados en convertirlos en indeseables a los ojos de la comunidad. Y la cultura española sufrirá por esto. Sin cultura, el embrutecimiento es cuestión de tiempo. Será eso lo que quieren.