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¿La política de vacaciones?

Anoche escuchaba la radio y se comentaba que va a ser complicado aprobar una política unitaria europea para hacer frente a la actual situación porque los parlamentos nacionales están de vacaciones y esas medidas han de ser aprobadas por todos los países. Y me he quedado de piedra, porque la política al servicio de la comunidad (y Europa es una gran comunidad) no puede estar de vacaciones. Los días de verano hay pan, funcionan los trenes y se editan los periódicos, y supongo que los panaderos los ferroviarios y los periodistas toman vacaciones. Pero no todos a la vez. Entiendo que la política es estresante y que es necesario que los políticos hagan un alto, porque así ganan eficacia; lo que no veo es que eso suceda al mismo tiempo. Gobiernos, ayuntamientos y parlamentos paralizados, cuando los mercados siguen especulando 24 horas al día y se está jugando el futuro de Europa. Nada menos. Es como si Churchill y el ejército británico se fuesen de vacaciones mientras Londres era bombardeado. Y crean que los especuladores son más peligrosos que los bombarderos alemanes.
zz3531700727_8.jpgEs que los sistemas no entiendan que hay que actuar coordinadamente y en el menor tiempo posible? Son necesarias las vacaciones, pero si la situación es como la actual -una emergencia- digo yo que habrá que olvidarse de lo accesorio y actuar sobre lo principal. Ya, ya, el estrés, pero ¿alegaba cansancio y nostalgia de la familia el Duque de Wellington cuando echaba de España a Napoleón? Estamos en guerra -aparte de las cruentas que libran nuestras tropas-, porque de lo que ahora se haga dependen muchas décadas de futuro. Y tampoco entiendo los plazos políticos para los relevos democráticos. Fíjense que para ello hay que disolver el Parlamento y el Gobierno queda en funciones, pasan un par de meses, hay elecciones y luego otro mes o más para que entre el nuevo Gobierno. Eso estaba bien cuando no existían los medios de hoy, pues había que llevar resultados electorales en lentos carromatos y organizar largos desplazamientos de los políticos electos. Más de tres meses de interinidad y paralización. Es demasiado, cuando las nuevas tecnologías permiten acortar muchisimo ese tiempo. Pero no parece que vayan a prescindir de vacaciones ni a agilizar los trámites. Tampoco entiendo por qué una y otra vez hay que estar yendo a Bruselas para llegar a acuerdos entre los países. ¿Para qué demonios sirven las videoconferencias, los Ipads y las firmas electrónicas? Se pierde mucho tiempo y se gasta innecesariamente mucho dinero, y luego se les llena la boca hablando de las nuevas tecnologías. Pura teoría, pues parece que viajen en mula y se comuniquen por el correo del Zar.
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(En la foto, un futurista sistema ideado para comunicarse entre los dirigentes de los países de la UE. Los avances tecnológicos son increíbles)

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Alfonso Trece y la hija de los Beckam

No. Esto no va de asunto monárquicos, este Alfonso Trece es otro y viene a cuento por el nombre que los Beckam han impuesto a su hija (pobrecita). La verdad es que David Beckam, aunque debería, no me cae mal, y ha conseguido la cuadratura del círculo: parecer discreto y modosito cuando es todo lo contrario, una figura mediática que vende mucho y muy caro. Su esposa, Victoria, me cae menos bien, nada más verla doy zzzalfons].jpgun respingo, y cuando llega a mis oídos alguna de sus «profundas» frases me pregunto si el mundo se ha vuelto imbécil. Han tenido una hija, y en el colmo del exhibicionismo estúpido le han impuesto el nombre de Harper Seven, aludiendo a la tradición inglesa del nombre Harper y a distintas coincidencias en el siete, desde la hora de su nacimiento al número de la camiseta del padre en los campos de fútbol. La más hilarante es la relación espiritual que tiene el número siete, y lo dice una pareja que factura millones y millones de dólares no sé muy bien por qué. La espiritualidad del dinero es evidente. Es que, según mi prima Alfonsina, por aquí ponemos nombres a la buena de Dios, y eso hace que no conectemos con lo cósmico (mira por dónde la cosa viene por ahí). Según esta parienta que sabía todo de la familia, el nombre tradicional que casi por designio me correspondía era el de Alfonso, que por lo visto significa «combatiente», como mi tatarabuelo Alfonso que murió en la Guerra de Cuba o mi tío-abuelo del mismo nombre que desertó en la Guerra Civil (este entendió el nombre al revés), y que también era el de la notaria familiar. Resulta que mis padres -ambos- nacieron un día trece y se casaron también un trece, el nombre compuesto que se proponía para mí (y que al final es el que consta en el registro civil) tiene trece letras, la misma suma que las de mis dos apellidos. Es decir mi número cósmico debía ser el trece, por lo que mi nombre estelar tendría que haber sido Alfonso Trece. ¿Qué les parece? Por eso, al leer la noticia sobre el nombre y las razones del nombre de la hija de los Beckam me he acordado de mi lejana prima Alfonsina. Seguramente tenía razón, porque ese nombre -Harper Seven- que tanto lugar está ocupando en los medios, a mí me importa trece pares de Alfonsos (no estoy seguro, pero creo que no se llaman Alfonsos, seguro que me acordaré)
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(La foto podría ser una representación de los cuatro mundos, símbolo ancestral Burgundio que evoca a Alfonso El Germánico… Que no, que es coña; es una farola de la Plaza de la Feria, no hay que darle más vueltas)

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Actores siempre viejos

En el mundo de los actores, lo que prima es la belleza y la juventud, y así vemos actores de edad más que madura haciendo de galanes como si la juventud se les prolongara hasta hacerla creíble al espectador. Bogart, Gable y sobre todos el inefable Cary Grant lograron prolongar su juventud en el cine hasta casi el final, como le ocurre ahora a Michael Douglas y a algunos más. Esta sería una categoría, la de los galanes eternos. Luego están los que han ido haciendo haciendo papeles acorde con su edad, que son la mayoría (Newman, Mastroianni, Nicholson, Estwood, Peter O’Toole, Pacino, Brando, Omar Sharif…)
zzgrantt.JPGEse contrase es muy curioso en dos actores como James Stewart y Cary Grant, porque en los años treinta participaron juntos en Historias de Filadelfia haciendo de jóvenes (ambos lo eran), y en los cincuenta y sesenta Stewart iba con su edad en Vértigo o El hombre que mató a Liberty Valance, mientras que Cary Grant seguía siendo el impenitente seductor de jovencitas en Atrapa un ladrón o Charada, y eso que Grant era cuatro años mayor que Stewart. Luego están los casos más curiosos, y son los actores que siempre fueron viejos en la pantalla, y la pregunta que siempre me hago es si Walter Brennan o los castizos José Isbert y Paco Martínez Soria nunca fueron jóvenes. Eso podría explicarse porque empezaron mayores en el cine (o no, no lo sé), como sucede también con Morgan Freeman al que hace treinta años que vemos haciendo de hombre muy mayor.
zzsydow.JPGPero sin duda el caso más curioso es el del actor sueco Max Von Sydow, al que siempre hemos visto haciendo de viejo, pues ya lo parecía hace más de cincuenta años en toda la ristra de películas que hizo con Bergman, y cuando hizo El séptimo sello no había cumplido treinta años. Y siempre fue el viejo y venerable cura de El exorcista o un malvado más de la serie James Bond. Es justo el caso contrario a Cary Grant y a tantos galanes que se niegan a envejecer en la pantalla. Y si lo miras bien, Max Von Sydow no tiene cara de viejo, ni es un feo oficial como Anthony Quinn (en Lawrence de Arabia o Zorba, el griego era sólo un cuarentón y aparecía mucho mayor); al contrario, Von Sydow es un sueco alto, rubio y elegante, por eso su caso es tan raro. Tampoco es el caso de Orson Wells, que en muchas de sus películas asumía papeles de viejo y se maquillaba para ello. Albert Einstein dijo que la razón de que exista el tiempo es para que todo no suceda a la vez, pero en el caso de Von Sydow se le paró con cincuenta años de adelanto.