Se veía venir
Se asombran de que universitarios actuales no sepan cuál es la capital de Portugal. Se veía venir desde hace décadas, cuando estaba en pleno vigor el sistema educativo emanado de la Ley Villar Palasí (1970), con sus sucesivas reformas y aditamentos, se estudiaba un bachillerato que en segundo curso tenía que elegir ciencias o letras. Si se ha puesto el grito en el cielo por el abandono de asignaturas como el Latín, o el desconocimiento matemático de quienes eligieran letras, la Historia y la Geografía quedaban de la mano de Dios, revueltas en materias supuestamente monográficas que al final no fijaban conocimiento alguno.
Revisando aquel sistema, era en 6º y 7º de EGB la última vez que el alumnado tenía contacto con la Geografía básica, que es una manera de entender el mundo, sabiendo qué espacio se ocupa en el planeta. Se hablaba peyorativamente del uso de la memoria y de aquel sistema tan criticado de hace cuarenta años en el que había que aprender cabos, golfos, penínsulas, ríos y montes de los cinco continentes, en el que era fundamental saber que la capital de Perú es Lima y la de Tailandia Bangkok. Luego vinieron la LOGSE, la LOSE y la LOE, y El caso es que, una persona que hoy tiene entre 25 y 45 años, puede ser médico y no saber si Turquía está más lejos o más cerca que Japón, puede ser doctor en ciencias físicas y desconocer en qué continente está Holanda o si Guatemala es mayor o más pequeña que Brasil. Nos repiten hasta la saciedad que la actual es la generación de jóvenes mejor preparados de la historia, y habría que preguntarse si lo están verdaderamente. Estamos en la sociedad d ela imagen y se desprecian los mapas. No es culpa de los jóvenes, sino de un sistema disparatado que ahora trata de volver a los orígenes con nuevas terminologías y teoría sobre teoría, brurocracia por todas partes y una obsesión por meterlo todo en las barras y los quesitos de las estadísticas. Las nuevas tecnologías de la información son importantes, pero sólo como herramienta, y parece que es ahí donde está el conocimiento del mundo. No todo lo viejo es malo, y a lo mejor no estaría de más que el sistema recuperase algo de lo que siempre fue bueno. Los que fueron a la escuela antes de estos sistemas, aunque ni siquiera hicieran el bachillerato, saben sin dudar que el Amazonas es el río más caudaloso del mundo y está en América, que la Polinesia está en el Océano Pacífico y, por supuesto, que Lisboa es la capital de Portugal.
A nuestra ciudad de Las Palmas de Gran Canaria le cabe el triste privilegio de haber sido el trampolín desde el que el odio fue lanzado hacia un futuro demasiado largo. Pérez Minik decía que había dos cosas que no perdonaba a los canarios, haber dejado salir a Franco y no haber dejado entrar a Nelson. Un error por capital, para estar parejos, aunque no estoy seguro de qué habría pasado si hoy fuésemos ingleses a medias como Gibraltar. Ya es hora de enterrar a los muertos, de mirar hacia adelante, de que nuestro hijos vivan como una página del pasado las dos Españas de Machado. Ya es hora, y lo digo a quienes siguen hurgando en las heridas que creíamos cicatrizadas. Estamos en el siglo XXI, dejen de cultivar el odio y hagan que las nuevas generaciones vivan en paz. Queremos todos vivir en paz. La memoria es importante para no repetir los errores, no sirve para echar a la cara la sangre del pasado. Para eso sí vale la memoria. Han pasado tres cuartos de siglo, y ya es hora de que termine la guerra en todos los frentes.