La dignidad del suicidio de Salvador Allende
¿Se suele decir que el suicida es un cobarde, pero yo no estoy tan seguro porque quienes se ven abocados a esa decisión ven todos los caminos cerrados, y hay que tener agallas para cometer un acto de violencia tan terrible contra sí mismo. Es posible que haya casos en los que suicidio es igual a cobardía, pero en otros es un asunto de dignidad. Sócrates y Séneca se quitaron la vida por dignidad, y los aborígenes canarios solían despeñarse o dejarse morir de hambre cuando se veían perdidos, antes muertos que esclavos. Eran Séneca, Sócrates, Bentejuí, Beneharo y Tanausú unos cobardes? Eso es dignidad llevada a su máxima expresión, y en el caso de Salvador Allende lo fue. Le ofrecieron un avión para salir del país y exiliarse. Nadie le habría echado nada en cara, y seguramente habría vivido entre el repeto de todos los demócratas, porque quienes perpetraron el asesinato de la democracia fueron otros. Pero él no quiso, se mantuvo en su puesto hasta el final, y como era consciente de que su persona era una institución, un emblema de la democracia, no dudó en quitar a los golpistas la posibilidad de que mancillaran no al hombre, sino al Presidente que habían elegido los chilenos. Ese es un suicidio que engrandece al hombre y salvaguarda al símbolo de la democracia que será siempre Salvador Allende. Quienes hoy lo tildan de cobarde seguramente tienen más que ver con el fanatismo de los fascistas que con la valentía, la entrega y la dignidad de un Presidente de todos los chilenos y para todos los demócratas.