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Debates estériles

zzFoto0110.JPGCreo que esa casta que suele ser llamada «intelectuales» pierde demasiado tiempo en tonterías y en guerras que solo tienen perdedores. Y es que se repite el mismo debate en las cuatro últimas décadas y todo sigue siendo un proyecto. Cómo será la cosa que, siendo escritor, no tengo la menor idea de si debo decir literatura canaria, en Canarias o de Canarias. Y además, tampoco me preocupa saberlo mientras me queden fuerzas para escribir, que es de lo que se trata. Creo sinceramente que los debates son otros, por ejemplo, cómo dar respuesta al envejecimiento de la población, qué hacer con nuestros jóvenes, cómo acabar con la violencia doméstica, de qué manera vamos a parar el inevitable colapso demográfico… Y en eso poco van importar palabras como colonialismo, esbirro, patria o españolismo. Incluso tiemblo cuando oigo hablar de libertad, en cuyo nombre se han cometido las mayores atrocidades cuando sale de la boca del fanatismo o de la tiranía. Las palabras a veces son una bomba de relojería, cuidado con ellas.

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Optimistas a la fuerza

zzDSCN3777.JPGAfrica ya estaba en la ruina material y humana con tantas guerras y sequías; en Asia los jinetes cabalgan desde la miseria de Calcuta hasta la guerra inútil de Afganistán, la tensión entre Pakistán y La India o el revoltijo de Indochina, Indonesia o Filipinas; en América del Sur no está el hormo para bollos en ninguna parte, y como muestra piensen en Argentina, Brasil o Venezuela; Centroamérica postrada como siempre, desde Haití hasta Guatemala; Norteamérica, qué les voy a contar, en recesión y sin Torres Gemelas, dados al prozac y mandando marines a todas partes. Ya no les hablo de Palestina, de Chechenia, de la tensión balcánica…
Queda Europa. Y hay miedo. Miedo a la crisis económica, a la inmigración, al terrorismo y al propio miedo que hace que la economía se retraiga. Con estas premisas no es raro que los agoreros hayan desaparecido, ya bastante agoreros son los periódicos, la radio y la televisión. La realidad supera a la ficción, y el drama universal literario y cinematográfico que ocasiona el dichoso anillo maldito de Tolkien es una menudencia cuando pensamos en el fanatismo, la intolerancia, la pobreza, la avaricia y las armas nucleares prestas a ser utilizadas.
Pero, qué quieren, por encima de los hobbits, los nordols, los gamos o los elfos, yo sigo creyendo en los humanos, y en el fondo quiero ser optimista.

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O viejo o muerto

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Es cierto que ya no sabemos lo que comemos, pero cada día la esperanza de vida es mayor, seguramente porque los humanos también sabemos adaptarnos al medio para sobrevivir. Eso quiere decir que cada vez hay más ancianos, viejos o personas mayores; sea cual sea el eufemismo que usemos, lo cierto es que todos estamos abocados a acabar fuera de circulación, en una nueva sociedad en la que el esquema familiar no es menos afectivo sino diferente, porque la estructura convivencial es otra. Eso quiere decir que tenemos que planificar el futuro en función de esta nueva perspectiva, porque los ancianos que no pueden valerse por sí mismos, o simplemente que están solos, necesitan el apoyo social. En una sociedad de hijos únicos, o como mucho dos hermanos, dedicarse al cuidado de los mayores es romper la vida de los hijos, vestir a un santo para desvestir a otro. El ultraliberalismo que está atacando por los cimientos el Estado de Bienestar es el mayor problema con que nos enfrentamos en Occidente. De él proviene todo: las hipotecas basura, la globalización, la crisis… Los grandes poderes financieros no quieren, y los políticos les hacen el juego. Entonces lo que tendremos que hacer es presionar para que haya otra forma de hacer política social. Hay que buscar soluciones, y no olvidemos que la vejez llegará para casi todos. Alguna vez todos seremos viejos, y si no, la aternativa es peor.