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Optimistas a la fuerza

zzDSCN3777.JPGAfrica ya estaba en la ruina material y humana con tantas guerras y sequías; en Asia los jinetes cabalgan desde la miseria de Calcuta hasta la guerra inútil de Afganistán, la tensión entre Pakistán y La India o el revoltijo de Indochina, Indonesia o Filipinas; en América del Sur no está el hormo para bollos en ninguna parte, y como muestra piensen en Argentina, Brasil o Venezuela; Centroamérica postrada como siempre, desde Haití hasta Guatemala; Norteamérica, qué les voy a contar, en recesión y sin Torres Gemelas, dados al prozac y mandando marines a todas partes. Ya no les hablo de Palestina, de Chechenia, de la tensión balcánica…
Queda Europa. Y hay miedo. Miedo a la crisis económica, a la inmigración, al terrorismo y al propio miedo que hace que la economía se retraiga. Con estas premisas no es raro que los agoreros hayan desaparecido, ya bastante agoreros son los periódicos, la radio y la televisión. La realidad supera a la ficción, y el drama universal literario y cinematográfico que ocasiona el dichoso anillo maldito de Tolkien es una menudencia cuando pensamos en el fanatismo, la intolerancia, la pobreza, la avaricia y las armas nucleares prestas a ser utilizadas.
Pero, qué quieren, por encima de los hobbits, los nordols, los gamos o los elfos, yo sigo creyendo en los humanos, y en el fondo quiero ser optimista.

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O viejo o muerto

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Es cierto que ya no sabemos lo que comemos, pero cada día la esperanza de vida es mayor, seguramente porque los humanos también sabemos adaptarnos al medio para sobrevivir. Eso quiere decir que cada vez hay más ancianos, viejos o personas mayores; sea cual sea el eufemismo que usemos, lo cierto es que todos estamos abocados a acabar fuera de circulación, en una nueva sociedad en la que el esquema familiar no es menos afectivo sino diferente, porque la estructura convivencial es otra. Eso quiere decir que tenemos que planificar el futuro en función de esta nueva perspectiva, porque los ancianos que no pueden valerse por sí mismos, o simplemente que están solos, necesitan el apoyo social. En una sociedad de hijos únicos, o como mucho dos hermanos, dedicarse al cuidado de los mayores es romper la vida de los hijos, vestir a un santo para desvestir a otro. El ultraliberalismo que está atacando por los cimientos el Estado de Bienestar es el mayor problema con que nos enfrentamos en Occidente. De él proviene todo: las hipotecas basura, la globalización, la crisis… Los grandes poderes financieros no quieren, y los políticos les hacen el juego. Entonces lo que tendremos que hacer es presionar para que haya otra forma de hacer política social. Hay que buscar soluciones, y no olvidemos que la vejez llegará para casi todos. Alguna vez todos seremos viejos, y si no, la aternativa es peor.

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El mundo al revés

zzzzzzzDSCN3668.JPGDe repente, todo lo que hasta hace unos pocos años parecía ciencia-ficción se vuelve real. Después de la recuperación y de los llamados fabulosos años sesenta, Occidente se había diseñado de una manera que se mostraba inalterable, y cada una de sus naciones funcionaba de una manera determinada y solo de esa. Lo que quedaba fuera estaba controlado, fuese con las guerras coloniales en Africa o con otras técnicas en Asia y América Latina. A nadie se le ocurría que Bélgica, Dinamarca o, menos aún, Estados Unidos, tuviese problemas económicos o sociales. Se habían borrado de la memoria colectiva los tiempos difíciles, y la depresión del 29 solo era un tema que salía en las películas y que dio lugar al crecimiento de las mafias en Estados Unidos. Ahora estamos que no nos lo acabamos de creer, porque la maquinaria del capitalismo que se sostenía en el consumo empieza chirriar. Y la consecuencia primera es la desconfianza del otro. Así nacieron en los años treinta del siglo pasado aquellas doctrinas que dieron lugar a regímenes terribles. Y vuelven los cruzados del Tea Pary (nunca se habían ido, estaban agazapados) y se da la paradoja de que China, un país supuestamente comunista, reprende a Occidente porque dice que gasta mucho dinero en políticas sociales. Es el mundo al revés, porque ocurren cosas tan impensables como que no haya fútbol los fines de semana por huelga de futbolistas.