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Campaña electoral

-Oye papá, ¿Qué es eso de la campaña electoral?
-Hijo, es para elegir y para decidir.
-¿Para elegir a quién? ¿Para decidir qué? ¿Se presentan las grandes jefes? ¿Y los de los bancos? ¿Por qué dicen que harán cosas y luego…?
-Hacen lo que mandan las circunstancia…
-O Angela Merkel, papá, eso dice el hermano grande de mi amigo Paco. ¿Van a elegir a esa Angela Merkel?
-No, Marito, esto es España, somos un pueblo soberano.
-¡Ah, claro! Debe ser eso que llaman democracia, la gente vota por sus candidatos, se hace el recuento y los que ganan harán durante cuatro años lo que mejor les parezca o les convenga. No sé muy bien, pero mi amigo Paco me dijo el otro día que hace falta más democracia, que hay poquita, o mucha pero no de buena calidad.
-Calla hijo y termínate el puré… Ahí llega tu madre.
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-Hola, Mario ¿Cómo te ha ido con Marito?
-Yo creo que tiene fiebre, se comporta como el niño del anuncio de sopa, habla de unos tipos que se dan codazos para escalar los peldaños del poder, de la inutilidad del Senado… Te digo yo que este niño no está bien.
-Pues hay que llamar al pediatra…

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¿Adivinos? No, realistas

Hay momentos históricos a los que muchos se apuntan, como la presencia de casi todo el mundo en París en Mayo del 68 (si hubiera estado toda la gente que dice que estuvo, París tendría que tener cuatro veces su espacio real), o los que dicen que anunciaron la caída del Muro de Berlín y el final de la URSS. Esto último era previsible, lo que no se sabía era si tardaría un año o tres siglos, porque todos los imperios suben y bajan, ha ocurrido siempre, y me hace gracia cuando se dice que la causa de la caída del Imperio Romano fue la descomposición interna del poder, con tipos lunáticos en la cima como Calígula o Nerón. Parecen olvidar que, después de estos -que vivieron en el siglo I-, el imperio duró otros cuatro siglos, hasta que Alarico entró en Roma y depuso al útimo emperador romano. Es decir, se sabía que Roma iba a caer, y sabemos que caerá Estados Unidos, y China y todos, y surgirán otros, pues ha pasado con Egipto, Mongolia, Turquía, Inglaterra, Francia, Alemania y, por supuesto, la URSS. La clave es saber cuándo ocurrirá, porque si no no hay videncia, como en la muerte, pues podemos anunciar a cualquiera que sus días acabarán, y con los imperios pasa lo mismo.
zztttn.JPGLo que no es del todo cierto es nadie previó la actual crisis económica. Desde hace treinta o más años, la gente del pueblo, la que suma dos más dos, decía que el cemento no podía crecer infinitamente y que un día todo caería y no nos podríamos comer los ladrillos. Cuando en diez años el valor de mercado de un piso se triplicó, los más viejos advertían que aquello estaba inflado, denunciaban lo que ahora los expertos llaman burbuja inmobiliaria. Y es que la gente sabe mucho de economía real, que es la que finalmente funciona, y lo que ha habido estos años ha sido ilusionismo. Ya no quedan conejos en la chistera, y eso la gente sabía que ocurriría en algún momento. Por lo tanto, no eran adivinos, simplemente pensaban con lógica.

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Ya somos siete mil millones


zzxxFoto0156.JPGPrimero dijeron que el niño que cerraba la cifra de siete mil millones era un bebé de Kaliningrado (para otros Königsberg), y luego la ONU le concedió el número a una niña filipina. La verdad es que que resulta muy complicado saber quién hace ese número, pues hay una suma-resta permanente de nacidos y difuntos, de manera que realmente no sabemos quién es el ciudadano o ciudadana número siete mil millones. Se le adjudica a alguien simbólicamente, y por eso valía más el caso anterios, por ser la histórica ciudad de los siete puentes que inspiraron el problema matemático de Euler. Hay que tender puentes. El caso es que no sé si la cosa es para celebrarla porque la riqueza sigue estando en manos de unos pocos y muchos millones están condenados a la misería. Decía un cooperante que los miles de personas que cada día cruzan la frontera sur de Somalia para refugiarse en Kenia entrarán en unos campos de refugiados de los que nunca saldrán. Terrible perspectiva, pero a la ONU le ha parecido bien dar un campanazo porque ya somos más. Inquietante siglo XXI, que empezó mal y parece que se complica, porque los países emergentes quieren crecer industrialmente, pero eso significa más contaminación, y ellos alegan con razón que tienen el mismo derecho a cargarse la atmófera y los océanos que los países desarrollados. De todas formas, larga vida al ciudadano-a siete mil millones, sea quien sea.