La gloria y el escarnio
España es un país de extremos. Dicen que es que somos latinos y todo lo exageramos, y con ese sonsonete subimos héroes al pedestal y cuando nos parece los derribamos y arrastramos por el barro. A Fernando Alonso le dieron el Premio Príncipe de Asturias cuando aun no había ganado un título mundial, empujados por la fuerza mediática de la Fórmula 1, y se lo siguen negando a Angel Nieto que se caló la corona mundial de motociclismo 12+1 veces (es muy supersticioso). La selección española de fútbol ha sido el acabóse, al seleccionador lo han hecho marqués y hay hasta plazas con su nombre. Así que pasen unos años y no se ganen eurocopas o mundiales (nadie gana siempre, ni siquiera Brasil) empezarán a rotular esas plazas con el nombre de otros héroes del momento. El día que Casillas haga la estatua o Iniesta falle un gol que nos elimine de algo, los lapidarán como han hecho con Raúl o Cardeñosa. Cuando Bardem o Penélope ganaron su primer Oscar los encumbraron, pero le hicieron un mohín a la prensa del corazón y ahora se alegran de que no ganen cuando los nominan. La última vez que esto sucedió, hubo un titular de prensa que, en lugar de decir quién ganó, o simplemente que la española no había ganado, rezaba: «Penélope se queda compuesta y sin Oscar». Eso es mala leche. Ejemplos hay cientos: Joselito, Isabel Pantoja, Arconada, Julio Salinas… Ahora, los que agitaban banderitas al paso de Urdangarín se han enfurecido y ya se plantean en Palma de Mallorca quitar el nombre de los Duques de Palma a una calle. Cuando el río suena, agua lleva, pero me pregunto si repondrán el nombre si al final el yerno del Rey es declarado inocente. La euforia o la rabia hacen que en España se tomen decisiones precipitadas y a la buena de Dios. Claro, claro, es que dicen que somos auténticos, como Belén Esteban. Paíssss… que diría Forges.
Como siempre que hay un partido de fútbol Madrid-Barça, los medios se extreman y le dan una importancia exagerada, como si hablásemos del desembarco de Normandía o la caída del Imperio Romano. Guardiola ha puesto sensatez y ha dicho que lo importante es lo que Merkel y Sarkozy logren acordar el sábado con lo países de la UE, porque es fundamental el bienestar de la gente y lo del partido es solo fútbol. Y es que no hay que sacar las cosas de quicio, el fútbol es un deporte-espectáculo que ilusiona a mucha gente, y como el cine, la música o cualquiera de los deportes o eventos artísticos que tienen incidencia pública sirven para animar, distraer y sacar durante un rato a la gente de la dura realidad. Sin duda tiene un valor social. Pero, como dice Guardiola, es solo un partido de fútbol. Cuando nos conformábamos con correr la final de los 1.500 metros y quedar octavos, jugar la final de la Copa Davis y pederla, llegar a cuartos de final en los Mundiales o la Eurocopa y conseguir una hazaña individual cada veinte años (Bahamontes, Santana, Ocaña, Pedro Carrasco, Angel Nieto) nos decían que, dada nuestra economía, bastante hacíamos, que las medallas y los títulos eran para los países ricos (salvo Brasil, pero solo destacaba en fútbol, y Pakistán -qué cosas- en hokey sobre patines). Ahora resulta que España es líder mundial o está en el pelotón de cabeza en fútbol, tenis, baloncesto, ciclismo, automovilismo, moticiclismo y otras disciplinas, y resulta que estamos económicamente en la bancarrota. Hasta en eso nos mintieron o es que los españoles somos especiales, porque las gestas de Nadal, los goles de Iniesta, los paradones de Casillas o los mates de Gasol son pura fantasía. No nos engañemos, que el Madrid o el Barça ganen o pierdan el sábado tendrá influencia cero en el bienestar de madridistas o culés. Es solo fútbol.