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El tiempo


zzasDSCN3965.JPGMuchas personas habrán puesto una equis roja sobre 2011, para borrarlo de la historia del tiempo. Mi equis consistía en escribir hoy estos renglones poniendo verde a 2011, le iba a llamar de todo y luego remataría con que el año ya casi pasado fue el que nunca existió. Y en eso estaba cuando me di cuenta de que, si bien el año ha estado lleno de dificultades, tal vez deba hacerme cómplice de aquellos que decían que cuando peor estemos que sea como ahora. Para los que fue un año bueno, les deseo que el próximo sea igual que 2011, y un puntito más, y para los que tuvieron que atravesarlo con más dureza de la que hubiesen deseado espero que que el año venidero compense el paso de su antecesor. Al cabo, el tiempo es lo único que no se puede borrar, es como un elefante que camina y camina. Y a ver cómo se comporta 2012, que viene con mala prensa, pero a lo mejor por eso mismo nos va a sorprender a favor. Quién sabe… Y aquí seguimos, que no es poco…

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La manipulación de la superchería

En los días finales de año suelen circular predicciones para el año siguiente, y en este final de 2011 se recrudece el ambiente apocalíptico en un batiburrillo de profecías, conspiraciones y cataclismos. Aunque los medios profesionales parece que han decidido no hincar el diente en lo fácil (sobre todo porque está en juego su credibilidad), Internet es un hervidero y hay mucha gente que está pasando miedo. Antes se decía que el papel aguanta todo lo que le pongan, y ahora hay que decir que Internet, que es un medio de comunicación fantástico, también es un espacio en el que campan libremente todo tipo de supercherías. Algunas de ellas dicen basarse en documentos que vaya usted a saber si existen, pero tienen apariencia de reales. Otros documentos existen realmente, pero su interpertación puede hacerse de muchas maneras. El catastrofismo atrae mucha atención, y en cierto modo es peligroso porque no todas les mentes están equilibradas, y ante la certeza (infundada, pero certeza) de un futuro inmediato terrible pueden reaccionar muy mal. De hecho, son cada vez más frecuentes los episodios de violencia extrema sin encaje racional posible, basados casi siempre en voces que dictan no sé qué o mensajes de no sé donde que dicen esto o lo otro.
zfindelmun.JPGAndan por ahí artículos que dicen, por ejemplo, que una carta escrita por un masón británico del siglo XIX planificaba las tres guerras mundiales de los siglos XX y XXI, o los conspiranoicos ajustes que relacionan hasta simbólicamente los atentados islamistas de Nueva York, Londres y Madrid con un plan que parece de cómic. Luego siguen en vigor las profecías de Nostradamus (todas interpretadas después del suceso), los Papas de San Malaquías (Benedicto XVI es el último antes de Pedro el Romano), la Gran Pirámide o las estelas mayas, que anuncian el fin del mundo para el 21 de diciembre de 2012 (si hay mucha gente que se lo crea, la venta del Gordo de Navidad va a ser un desastre, porque el sorteo sería un día después). Hay todo tipo de anuncios, se enarbolan hasta las profecías supuestamente científicas, como la de la gran erupción del supervolcán de Yelowstone, que arrasaría el planeta. Y yo les digo que son ganas de amargarle la vida a la gente, porque ya ha habido días señalados para el final y nunca pasó. Lo que más increíble me parece es que, después del fallo repetido en la predicción de una fecha por parte de una secta religiosa, esta siga teniendo seguidores. Es cierto que vivimos en un universo en evolución, y que La Tierra y el Sistema Solar son parte de un proceso que apenas entendemos, pero de eso a fijar una fecha del final del planeta va la misma distancia que entre la verdad y la charlatanería. Como siempre, basándome en lo que a mí me parece, estoy en condiciones de asegurar que no habrá fin del mundo en 2012. La verdad es que con esta profecía no me juego el prestigio, porque como esto explote nadie vendrá a reclamarme al día siguiente.

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Inocente

zeFoto0150.JPGComo buen canario (como todos con influencias británicas y gallegas) siempre he sido muy dado a la ironía, los juegos de palabras y la chanza constructiva. Las bromas en sentido ibérico son otra cosa, y la verdad es que no son plato de mi gusto. Sé que hay personas a las que les encanta hacer tarascadas que seguramente harán reír a mucha gente menos a quien van destinadas, y en el Día de los Inocentes se hacen verdaderas burradas. Se ha perdido la costumbre de hacer tonterías, colgar monigotes de papel o decir lo que no es, y los medios ya no tienen como norma sacar en portada una noticia falsa que aclaran al día siguiente. Hace años, una inocentada muy socorrida era poner sal al café de otro, pero hasta eso es peligroso, porque la víctima puede tener tensión alta. La risa propia no justifica hacer daño a los demás, y por eso las inocentadas nunca han sido cosa que haya practicado. De hecho, que yo recuerde nunca he gastado una a nadie, porque tampoco me resultan divertidas. Es más, los programas de televisión de cámara oculta me ponen nervioso, porque en el fondo acaban humillando a las personas, ya que ponen en evidencia sus miedos y sus traumas. Definitivamente, no me gusta el Día de los Inocentes, así que estén alerta porque sí que hay gente a la que le gusta pegar quintadas, que es como se decía en mi pueblo. Aunque para inocentadas gordas habrá que esperar al Consejo de Ministros del viernes.