La viga y la paja
Da pereza volver sobre el pasaje evangélico en el que se ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Esa es la táctica, la estrategia y la práctica. El PSOE dice que rompe con el PP, ¿pero es que había acuerdos? A la financiación irregular del PP y los sobresueldos se responde con los EREs de Andalucía y la memoria de Filesa, aderezado todo con el caso Gürtel, el Palau de la Música, el Palma-Arena y los aledaños de Urdangarín. Confieso que me he quedado en los titulares de la información sobre los supuestos SMS entre Bárcenas y Rajoy, pongan lo que pongan se resolverá con más griterío, más viga y más paja en el ojo ajeno. Y a otra cosa, que es la misma. En un país que se supone moderno y democrático la simple sospecha de cualquiera de estos casos habría hecho dimitir al mismísimo emperador de China, unos por corruptos y otros por no atajar la corrupción, que también en eso hay responsabilidad política. Y ya cansa, porque hasta Teresa Focades, la monja benedictina que se hizo famosa hablando por Internet contra la vacuna de la gripe A, ahora encabeza un movimiento de asambleas rupturistas por toda Cataluña, aprovechando que Artur Mas ha abierto la espita del gas. Y así llevamos más de dos años, en pleno apogeo de un coro catártico sin fronteras. Nunca hay consecuencias. Pero, claro, vuelvo a decir lo mismo: en política, lo que no sucede en décadas puede pasar en dos días. María Antonieta podría ilustrarnos sobre esto.
Hace cuarenta años, las mujeres no pintaban nada en nuestra sociedad. Poco a poco, se han ido ganando batallas, aunque todavía queda mucho machismo encubierto y también a las claras. Pero sin duda hay un abismo a favor entre lo que había y lo que hay. Y en eso tienen mucho mérito las mujeres que han puesto su grano de arena para avanzar. Son miles las que merecen el mayor homenaje, en todas las profesiones, consiguiendo arañar un poco de libertad aquí, otro poco allá, día a día. Son importantes todas las aportaciones, pero tienen mayor incidencia social e histórica las de mujeres que son visibles por su profesión, y que han sabido realizar una labor en cualquier actividad y demostrar lo que nunca debió tener que ser demostrado, que la inteligencia y el trabajo no es cuestión de sexo. Concha García Campoy fue una de esas mujeres, que estuvo a la altura de un tiempo nuevo y que con su naturalidad y su presencia dio imagen a todo un movimiento. No fue una feminista mitinera, se ocupaba de todo, pero siempre estuvo ahí, como tantas otras mujeres anónimas o muy visibles. Muchas, como Montserrat Roig, Carmen Rico-Godoy, Dolores Campos-Herrero o Esther Tusquets ya no están. Otras, también muchas, siguen ahí, poniendo voz a las mujeres que no son visibles. Hoy, Concha García Campoy se ha quedado en el camino, pero queda su voz, que, como las demás, ha servido para que la sociedad sea más justa e igualitaria. Además de una magnífica profesional de la comunicación, fue espejo en el que muchas mujeres se miraron para avanzar, y como dijo el poeta John Donne, forma parte de la humanidad, que se ha aminorado con su partida, es una voz necesaria que se apaga; así que, las campanas que hoy tañen, doblan por Concha García Campoy y tambien por cada uno de nosotros.