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Tópicos

zzzFoto0658.JPGDicen ahora que Bill Clinton quería correr los Sanfermines con un clavel reventón entre los dientes antes de que el corazón empezara a fallarle. Y es que siempre se cae en los tópicos, y es seguro que en Australia vive gente, además de canguros, y en Venecia no todo el mundo es gondolero. Para los americanos, España es flamenco, toros y Sanfermines, todo de un golpe, porque esa es la imagen falsa que fabricó Ernest Hemingway, para quien España era una plaza de toros a la que se entraba corriendo delante de los toros por la calle de La Estafeta. Por eso, los norteamericanos nos imaginan siempre vestidos de toreros, bailando flamenco y en Iruña (Pamplona). Para nosotros, eso no cuadra, pero es que los yanquis son incapaces de imaginarse España sin Hemingway tomando vino con una bota en un tendido al sol y con el pañuelo rojo pamplonica al cuello. Para ellos España es Hemingway, un tipo que estuvo muchas veces en España pero que nunca se enteró. Clinton no fue a los Sanfermines y a Hemingway se le ve poco por Pamplona últimamente.

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Érase que no era

Ya que hoy se presenta el libro Papiromanía, escrito a ocho manos (*), me sumo a sus cuatro autores y voy a contarles un cuento para tiempos difíciles:
papiromania_portada_3[1].JPGÉrase una vez un país muy lejano en el que vivía un señor con bigote que debía ser alemán porque se llamaba Gürtel, y otro caballero que debía ser muy marinero porque se apellidaba Dársenas o algo así, otro que siempre se rajaba porque lo llamaban Rajón, otro más tan enrevesado que le decía Rubal-abracadabra y otro que debía ser muy alto porque lo llamaban no sé que de Palma. Había más caballeros, unos que conformaban una especie de cofradía muy jacarandosa porque la denominaban Delere Andaluz, otros que se hacían trajes a medida, algunos que cobraban entradas muy caras en un Palacio de la música, un jurisconsulto que pertenecía a un partido político estando esto prohibido, otro que andaba en confusos asuntos alrededor de un accidente de avión con militares muertos y hasta un caballero muy principal que en sus horas de ocio cazaba osos y elefantes. También había damas amnésicas que ignoraban lo bien que lo ganaban sus maridos, otra que devengaba cuatro salarios legales y dicen que alguno oculto, y otra que era la Esperanza de algunos y que antes de serlo había ido y venido, ejercido y dimitido e incluso hizo migas con un empresario de casinos americanos a cuenta de dejar que se fumara en… Bueno esto no me lo sé muy bien porque siempre me lo cuentan distinto.
Ya les he presentado a los personajes del cuento, pero en realidad no puedo seguir porque desconozco el argumento del relato. Es extraño, porque con protagonistas tan potentes ninguno hace avanzar historia alguna; en este cuento no solo inacabado sino inempezado resulta que nunca jamás pasa nada porque es una colección de negaciones, y ya se sabe que es imposible escribir una narración negando una y otra vez; sin embargo, mis cuatro amigos papirómanos han conseguido acabar sus textos.
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(*) Esta tarde se presenta en el Museo Domingo Rivero el libro colectivo Papiromanía, del que son autores Antonio Lino Rivero Chaparro, Ricardo Pérez García, Juan José Rodríguez Barrera y Rubén Benitez Florido. Ya sé que es 18 de julio, pero a partir de ahora, en lugar de por lo que ahora se recuerda, esta fecha entrará en los anales (con perdón) como aquella en la que se presentó este libro. La otra, mejor solaparla para que se ahogue.

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Televerano

zzzztvver.JPGQue las cadenas de televisión privada nos llenen los fines de semana y los veranos con programas infectos, repeticiones sobadas y magazzines estúpidos puede explicarse seguramente porque la facturación de publicidad es la que manda y se piensa que en el verano la gente viaja o se va a la playa y no ve la televisión. Pero no es así para todo el mundo, pues hay un gran sector de la población que se queda en casa por distintas razones, o que no salen los fines de semana, y es ahí donde la televisión pública debe ser eso, un servicio público. En verano tendría que haber una programación hecha con el mismo cuidado que durante el resto del año, porque hay gente que está hasta la coronilla de los veranos azules de Mercero, de las reposiciones de películas y telefilms manoseados y de programas de recortes. La televisión pública no está para competir en el mercado sino para dar productos audiovisuales interesantes, divertidos y novedosos. Y las privadas deberían implicarse un poco más porque los ciudadanos merecen un poco más de respeto. Se puede decir que lo más higiénico es apagar la televisión, pero hay que tener en cuenta que para mucha gente es la única ventana al mundo, y en a veces la única compañía.