Se acerca el Nobel
Ahora que van a otorgar el Nobel de Literatura de este año, veremos cómo de nuevo fallan los adivinos. Es evidente que la Academia sueca tiende a premiar a escritores comprometidos, y por ello a veces se la critica. En realidad se limita a cumplir estrictamente el testamento de Alfred Nobel, que determina taxativamente que el autor o autora que reciba el galardón ha de tener una obra escrita en bien de la Humanidad. Esto puede entenderse de muchas formas, pero es evidente que la Academia lo entiende como una obligación con la sociedad en que vive el autor. Por ello, no es difícil que se dé esa lectura a obras de autores fronterizos que, como Pamuk, Naipul o el legendario Kipling, se movieron entre dos culturas, o a autores comprometidos como Camus o Sartre (aunque este lo rechazó), e incluso a los que bajo el yugo soviético tuvieron que renunciar a él por mandato gubernamental, como Pasternak.
En cualquier caso, el Nobel es un premio político desde su nacimiento, aunque a menudo hayan premiado a autores neutros como Bernard Schaw o Vicente Aleixandre. A la postre, casi todos tenían un compromiso con sus ideas, y es que autores que alcanzan el nivel digno de un Nobel es raro que vivan en una torre. Parece que la Academia sueca sigue empeñada en dejar claro que un intelectual debe ser coherente con sus ideas, y que por lo tanto debe tener ideas, porque cada vez son más raros los buenos autores que sólo piensan en el Parnaso. Es una moda estúpida, pero si una obra literaria no tiene una idea como soporte es, en palabras de Truman Capote, simplemente mecanografía. Ahora diríamos procesador de textos.