Las comparaciones son… comparaciones
Como hoy es Nochebuena, propongo una reflexión sobre las propuestas que avezados artífices del pensamiento único en la realidad y en la ficción han enunciado para someter a la población a una dictadura reconocida o encubierta. Lo que en la práctica es un golpe de estado.
Primero dos muestras librescas. La primera es Técnica del golpe de estado, de Curzio Malaparte, que aconsejo como información sobre la actualidad, aunque se publicó en 1931. La segunda es la novela El Gatopardo del Príncipe de Lampedusa, en la que se dice: «que algo cambie para que todo siga igual».
Luego están los principios de la propaganda enunciados por Goebbels (son once, aunque algunos son repetitivos) y que él mismo llevó a la práctica con una eficacia escalofriante. Resumidos y reagrupados vendría a proponer estas acciones con el fin de controlar a toda la población a través de miedo y, si los dejan, por el terror:
-Crear un único enemigo, que ha de constituirse en suma individualizada (La izquierda, los sindicatos y los separatistas son «el enemigo»).
-Cargar al adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque (Y tú más).
-Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave (Manifestaciones, una palabras inoportunas…) y se adapta el nivel de propaganda al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.
-La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, una mentira mil veces repetida se convierte en verdad.
-Construir argumentos a partir de fuentes diversas e informaciones fragmentarias y silenciar o al menos disimular las noticias que favorecen el adversario.
-La propaganda usa un sustrato preexistente, especialmente odios y prejuicios tradicionales (catalanofobia, racismo, machismo, nacionalcatolicismo).
-Hacer creer que mucha gente piensa lo mismo para crear una impresión de unanimidad.
Si han llegado hasta aquí, y después de leer esto les quedan
ganas de escuchar algún navideño mensaje institucional…
En cualquier caso, FELIZ NAVIDAD.
El judaísmo se sostiene en la Biblia hebrea, con otros libros adicionales como La Torá y El Talmud; el cristianismo en esa misma Biblia reciclada y aumentada con Los Evangelios, las Cartas, Los Hechos de los Apóstoles y El Apocalipsis; los musulmanes tienen como base El Corán, y así cada religión, sean El Libro del Tao, Los Vedas, El libro de los muertos o el Zend Avesta de Zatatustra (el zoroastrimo conserva más de un millón de seguidores en todo el mundo). Es asombroso cómo las distintas congregaciones que ahora surgen como esporas (son tiempos confusos, Sancho) tienen «El libro», y ahí están todas las respuestas, por supuesto, según el entendimiento de un lama, un chamán, un gurú, un obispo, un imán, un sumo sacerdote o un rabino. Y los libros son tan importantes que la Humanidad atraviesa el río del tiempo flotando sobre un libro. Se me dirá que sólo son los creyentes en la transcendencia quienes siguen esos libros. No sólo ellos, y ahí están El Capital de Marx o el Mein Kampf de Hitler, y son venerados como libros sagrados por sus seguidores los escritos por Escrivá de Balaguer, el Ché Guevara o cualquiera que convenza a un grupo de que es raeliano, de que ha hablado con alienígenas o que conoce la fecha del fin del mundo. Y hay que tener mucho cuidado con los libros que contienen ideas tenidas por verdades absolutas.