Supongo que todos hemos tenido alguna vez la sensación de estar remando contra corriente, haciendo cosas que luego no funcionan y tratando de hacer lo correcto y luego todo se disuelve y es como tratar de derribar a empujones un sólido muro de hormigón.
Y uno se cansa, se hastía, se agota de estar empujando y que el muro siga en el mismo sitio. Seguramente es que se hizo vanas ilusiones, o tal vez sobrevaloró las propias fuerzas. Miro a mi alrededor y todo sigue como hace diez, veinte, treinta años, y cuando hablas de esto hay alguien que te cita a Tagore: «No debes llorar por el Sol porque las lágrimas te impedirán ver las estrellas».
Y eso hago, mirar las estrellas, que al fin y al cabo son más grandes que el Sol aunque se vean más pequeñas. Y entonces me cabrean, me deprimen y me decepcionan esas cenas de gala con chaqués y vestidos de Dior, esos sueldos multimillonarios de los directivos de las corporaciones y ese discurso mentiroso de los poderosos que lo único que quieren es seguir en el poder para lucir chaqués y vestidos de Dior. Supongo que no soy el único que tiene esa sensación de apatía por cansancio, que por fortuna es un descanso mental para seguir empujando el muro de hormigón que alguna vez cederá.
***
(Si no fuese por la sabana del primer plano, se diría que el Kilimanjaro es la montaña de Tindaya)
2 opiniones en “El muro de hormigón”
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Felicidades en este sitio se puede ver que estamos en contacto conmigo, por lo que salvó a toda la dirección Tineo.
Para escuchar solamente buenas
No entiendo el comentario y creo que los lectores del blog tampoco. Le ruego lo explique más claramente. Gracias.