He leído por ahí que el escocés Gordon Brown, Primer Ministro británico, le está enmendando la plana a otro escocés, Adam Smith, doscientos años después de que este pusiera las bases teóricas del capitalismo. En medio quedan tipos como Keynes, y no podemos olvidar a Marx y Engels, que, como todos los demás, trataron de explicar, entender y extender su concepción de las relaciones económicas de la sociedad después de la Revolución Francesa.
Yo no sé si Gordon Brown puede tener autoridad académica para igualarse a los mencionados, pero sí que tiene algo que aquellos no tenían: poder. Aunque el poder en estos casos es relativo, porque depende de cómo se tomen sus medidas los grandes tiburones. Tampoco creo que el intervencionismo de urgencia que se está practicando en estos momentos sea la receta opuesta al liberalismo galopante, porque me suena más a «échame una mano que esto se hunde, a ver si reflotamos».
Cuanto más nos alejemos a la economía primitiva de trueque, mayor peligro hay de estafas como la que ahora nos atenaza, pero sí que tendríamos que volver a un equilibrio entre el valor real de las cosas y las quimeras financieras que se montan y que finalmente son humo. Lo que sí está claro es que a pocos políticos les ha venido tan bien la crisis como a Brown, estaba muerto y no sólo ha resucitado sino que va camino de convertirse en un mesías.
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