Cada 25 de noviembre es una fecha para recordar la violencia estructural y sistemática hacia las mujeres. Se escogió porque se conmemora el asesinato de las Hermanas Mirabal, las mariposas dominicanas que cayeron bajo la bota del sátrapa Trujillo. Así lo estableció la ONU en 1999. Es una forma de terrorismo al que no se hace frente en la misma dimensión que a otros terrorismos. Para quien no conozca más detalles sobre esta terrible historia de las Hermanas Mirabal, les recomiendo la lectura de la novela La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.

¿Se imaginan cuál sería la movilización del Estado si cada año una organización terrorista asesinara a un centenar de personas, maltratase a miles y humillase a millones? Pues eso está pasando aquí y ahora, y este terrorismo se une a otros que tienen que ver con la raza, la xenofobia, la pobreza y el abuso de poder, cuyas víctimas siempre son los más débiles: mujeres, niños, ancianos, minorías étnicas, pobres. A estas alturas me niego a discutir cuando alguien trata de justificar o explicar tanta violencia. Para mí está claro, si lo hace es un criminal, si lo justifica, es cómplice de asesinato. Y de La Iglesia no hablo hoy para no dar la oportunidad de que me llamen comecuras.
Nunca fue la violencia solución a ningún problema. Cuando nos dicen que la guerra es la respuesta violenta institucionalizada se está produciendo una contradicción, porque en una guerra hasta los que ganan pierden. La violencia cotidiana tampoco sirve para resolver problemas, y da escalofríos cuando se utiliza para que un sexo se imponga sobre el otro. La verdad es que las corrientes religiosas de todo signo ayudan muy poco, porque si bien a veces dicen de boca pequeña que la violencia no es buena, luego generan una batería de discriminaciones que parecen decir a gritos que las cosas son de una manera y solo de esa. Ya, ya sé que dije que no iba a hablar de la Iglesia, pero es que la actualidad me la pone delante una y otra vez.
Luego está la violencia psicológica, que no es cosa menor, en el que miles de mujeres quedan anuladas por el miedo. Y en este momento hay que decir muy alto que las supuestas medidas que aplican los gobiernos como supuestas recetas contra la crisis está dejando a las mujeres inermes, aunque todo suena a sofisma, son recortes sin más, porque disminuyen las protecciones sociales, y vemos cómo en algunas comunidades han cerrado centros que eran el refugio y la esperanza de muchas mujeres maltratadas. Encima, las mujeres casi siempre están en inferioridad económica frente a sus maltratadores. Con tanta violencia, da mucha risa y más asco que nada menos que el Presidente de Estados Unidos participe en estos días en la puesta en escena del indulto a un pavo por Acción de Gracias, en un país en el que existe la pena de muerte. Me molesta la estupidez, pero más me indigna la mala fe con que se están haciendo las cosas para perjudicar siempre a los más débiles, y las mujeres maltratadas sufren ahora también el maltrato de un sistema que pretende tornar a lo patriarcal y machista.
Ya uno no sabe en qué lengua hay que decir cosas que ve con palmaria nitidez. Los seres humanos son diferentes uno a uno, pero tienen todos los mismos derechos y nadie es más que nadie. Vemos acciones brutales por todo el mundo, países que niegan a la mujer casi hasta el derecho de respirar. Enseguida te ponen como muro infranqueable la religión o las costumbres. Pero no hay justificación para el nivel extremo de violencia que sufren las mujeres en otras culturas, pero es que miro alrededor y escucho las mimas palabras, como si estuvieran grabadas a fuego. Lo que más descorazona es que jóvenes y adolescentes repitan las mismas conductas, con lo que, quienes nos hemos dejado la voz en las aulas sentimos una terrible sensación de fracaso. Pero hay que seguir, repetir hasta que también se grabe a fuego en las mentes que nadie es dueño de nadie, que la violencia quita vidas, anula libertades, pero nunca da la razón al que no la tiene.
La violencia contra las mujeres es la ruptura del binomio libertad-igualdad. Desde que los humanos se hicieron sedentarios, surgió el concepto de propiedad y quién debía heredarla. Había por lo tanto que asegurarse de quienes serían los herederos. Así surgió el patriarcado, que ha sido la norma durante milenios, con escasísimas excepciones. La mujer ha estado sometida, aunque es verdad que hubo momentos de la historia en los que pareció romperse la dinámica, como las leyes propugnadas por la emperatriz Teodora, una de las feministas de las que siempre hubo, pero cuyas obras volvían a ser reabsorbidas por la inercia machista de la historia. En los siglos recientes ha habido muchas Teodoras, y en los últimos años el patriarcado parece que quiere de nuevo revertir los avances, y se vale para ello de impulsar la desvalorización de la mujer como ser humano al tratar de convertirla en un objeto, unas veces decorativo, otras sexual, cuando no bestia de carga.
No permitamos que eso ocurra, y los hombres debemos ser los primeros en asumir ese papel igualitario y repudiar el uso de la violencia como instrumento de dominio. El número de mujeres asesinadas es una vergüenza para una sociedad que pretende ser justa. Por ese pulso que ha mantenido la mujer con la historia, tenemos que acabar con ese dañino vicio que nos empobrece.
Nombrar a Teodoras pioneras sería imposible, y para reconocer a millones de mujeres que cada día y durante siglos no han perdido la esperanza de la justicia, recuerdo hoy a dos, grandes en su tiempo y en todos los tiempos. Violeta Parra, la mujer insobornable en sus convicciones, entona en 1957 unas décimas de despedida en su último viaje a otra mujer luminosa, Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, que firmaba sus libros con el seudónimo de Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura en 1945. Dos chilenas universales. Violeta Parra, esa mujer de nombre vegetal, recuerda en su despedida a Gabriela Mistral la causa de la igualdad y la justicia:
“Hoy en día llora Chile / por una causa penosa. / Dios ha llamado a la diosa / a su mansión tan sublime./ De sur a norte se gime / se encienden todas las velas /para alumbrarle a Gabriela / la sombra que hoy es su mundo, / con sentimiento profundo / yo le rezo a mi vihuela”. Pues eso sigamos con las Teodoras, Virginias, Violetas, Gabrielas y con las Hermanas Mirabal.



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