El Cervantes que me interesa

 

En vísperas del VII Festival Hispanoamericano de Escritores de Los Llanos de Aridane, que se consolida como una gran cita literaria en el ámbito de nuestra lengua, del inminente Congreso en Arequipa de esa lengua que hablamos en cuatro continentes, y de las rutilantes ferias del libro de Guadalajara y Frankfurt, creo que viene a cuento hablar un poco alrededor de don Miguel de Cervantes Saavedra, el abanderado de la ficción en español y uno de los pilares de la cultura moderna occidental, de la mano de  Dante, Shakespeare Goethe, que dice el canon que son las cuatro patas de la mesa, aunque ha habido algunos zarandeos que han ido calzando el tablero, desde Emily Dickinson y Dostoievski hasta Virginia Wolf y Proust, y algunos puntales más, porque el tiempo lo acelera todo.

Toca hablar de Cervantes porque en estos días Alejandro Amenábar ha estrenado su película El cautivo, en la que imagina una etapa de la vida del autor de El Quijote, el de su cautiverio en Argel. Hay debate en clave de chismorreo, no sobre la película, sino alrededor de un detalle que aparece en la cinta: la posibilidad de que Cervantes tuviese una aventura sexual con Azan Bajá, su carcelero turco. No he visto la película, pero en vista de lo que se discute y se pontifica, se me están quitando las ganas que tenía, pocas, para ser sincero. Que nos entretengamos en una menudencia hipotética cuando estamos hablando de uno de los gigantes de la cultura, me resulta decepcionante, aunque acorde con el enfoque superficial que ya es costumbre de la época que vivimos.

 

Como doctrina general aplicada a la creación, Amenábar puede presentar a Cervantes como le dé la gana. La cuestión es si la obra es artísticamente importante por su calidad y verosimilitud. Y digo verosimilitud que no verdad, porque una obra de arte es principio y fin en sí misma, y si todo en ella es coherente y sólido, ¡chapeau! Ah, sí, que tal vez no se ajusta a la realidad. Bueno, entonces tendremos que admitir que el mundo romano que aparece en novelas tan reputadas como Yo Claudio o Memorias de Adriano es exacto a como fue en realidad.

 

Pero no, se trata de que esas novelas sean verosímiles, no tesis doctorales históricas, como tampoco podemos asegurar que los Enrique V, Julio César o Calígula sean la transcripción perfecta de sus vidas, escritas por Shakespeare o Camus, y en la película Julio César, las palabras pronunciadas en las escalinatas del Senado, no sabemos bien si realmente las dijo en su día Marco Antonio, las escribió Shakespeare, las rectificó el director y guionista Joseph Leo Mankiewicz, fueron improvisadas por un pletórico Marlon Brando cuando era poseído por los personajes que él imaginaba, o todo a la vez. Porque en ese momento, Marco Antonio no es el de los libros de historia, sino un personaje reconstruido a su manera por quien lo escribe o lo encarna. Por lo tanto, es seguro que sus frases son imaginadas, porque Marguerite Yourcenar o Stefan Zweig no estuvieron en cada momento de las vidas de Adriano o María Estuardo ni escucharon las frases lapidarias que se le atribuyen.

 

En cuanto a Cervantes, datos ciertos hay muy pocos, porque cada vez que nos venden un hallazgo aparece una legión de cervantistas poniéndolo en duda. Ni siquiera estamos seguros de que los huesos de Las Descalza Reales de Madrid sean realmente suyos. En cuanto a su vida, pocas certezas notariales, pero sí sabemos que le unía gran amistad con don Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II, y que estuvo 5 años cautivo en Argel, de donde también dicen que lo rescataron los monjes Trinitarios. Que tuviera una aventura homosexual con su carcelero no sería tan raro, pues esas cosas sucedían y suceden entre soldados mucho tiempo en los frentes de batalla, y en este caso tal vez hasta habría intereses personales como la liberación. Sería posible y tal vez con mayor posibilidad de verosimilitud que esa amistad tan cercana con el hermano del rey fuese algo más allá, y así se explicaría la protección del hermano del rey a un don nadie que simplemente había sido un soldado herido en Lepanto, como tantos otros.

 

Por último, parece una moda que se atribuyan presuntas conductas homosexuales a muchos personajes históricos o conocidos en otros tiempos, como si hubiera una obsesión por demostrar al mundo que ser homosexual no es malo, que hasta el mismísimo Cervantes lo fue. ¡Claro que no es malo! Es una tendencia y una opción sexual, y en todo lo demás son seres humanos como todos. No hay que justificar lo que no necesita justificación. Por mi parte, no pienso invertir tiempo en tratar de dilucidar si Cervantes fue homosexual o no, aunque solo fuese durante cinco minutos.

 

Hay otros asuntos cervantinos que me interesan más, como que ese resplandor de El Quijote haya dejado en segundo plano el resto de su obra,  que no es cualquier cosa, pues tiene una grandiosa trayectoria como autor teatral, poco representado, por lo que digo, y en el que tenemos una visión de las dos orillas del Mediterráneo, capitaneadas en su tiempo por dos culturas (y tal vez ahora) enfrentadas, pues muchas de sus obras transcurren en ese Argel que, me dicen, trata de imaginar Amenábar en su película. A Cervantes le bastaría con las 12 Novelas ejemplares para estar en la historia de la literatura con letras muy grandes, pues en ellas puede decirse que inventa géneros, como el fantástico o lo que hoy llamamos novela negra, aparte de incidir en los géneros de la época, como la novela pastoril o la picaresca. Y composiciones magníficas como La Galatea o Persiles y Segismunda.

 

Realmente me interesaría que, volviendo al Quijote, se supiera de una vez que Cervantes inventa el realismo y crea la primera novela moderna. Nadie, después de él, ha aportado tanta indagación a la literatura por sí misma, pues gigantes posteriores serían miniaturas sin los cimientos cervantinos, y eso tal vez lo entendieron antes en otras lenguas, pues hasta Dickens, Tolstoi y Joyce beben de Cervantes. Es una fuente inagotable. De eso sí que me gustaría que se hicieran películas, pero estamos en el cotilleo, ahora ya tenemos tema de prensa rosa: Don Miguel de Cervantes tuvo una aventura homoerótica. ¡Qué notición! Y en versos cervantinos, acabo diciendo que estos amagos se evaporarán, como dijo el muy mentado Príncipe de los Ingenios: “Caló el chapeo, requirió la espada, / miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”. Pues eso, nada.

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