En la fantasía también hay sufrimiento

 

Ahora que acaba de partir el gran Jean-Paul Belmondo, conviene recordar que, a finales de los años sesenta, había por aquí cine americano y música anglosajona, como ahora, pero también había cine italiano, sueco y francés. Con la música pasaba igual, desde Aznavour a Silvie Vartan, desde Celentano y Nicola Di Bari a Rita Pavone. Ahora llegan algunas canciones o películas de esos países, pero no con la continuidad de entonces. Si queríamos reírnos sin parar, ver dramas románticos con un toque cómico, cine profundo o negro, podíamos escoger entre Jeanne Moreau, Luis de Funes, Annie Giradot, Alberto Sordi, Ives Montand, Delon, Sophia, Lino Ventura, Claudia, Silvana, Gassman… Y con la música, igual: Johnny Holliday, Modugno, Iva Zanichi…

Y toda esta cultura europea forma parte de una generación que empezaba a interesarse por el mundo. Para los chicos, había dos diosas indiscutibles, intocables y, por supuesto, eternas. En el cine reinaba la distante y al mismo tiempo magnética Catherine Deneuve, daba igual qué película hiciera, aunque parece que la corona mediática la tenía Brigitte Bardot, creo que demasiado explícita para quienes nos gusta el misterio. En la música, nuestra diosa era Françoise Hardy, espigada, elegante, con esa media sonrisa de Gioconda y una melena tan lángida como su voz susurrante. La canción Tous les garçons et les filles (1962) se convirtió en el himno del reino de nuestras fantasías, y aguantó en el santuario intocable de nuestros sueños hasta más allá de 1970.

 

Esos dioses y diosas que teníamos por inmortales, también se van. Esta semana se ha ido Belmondo, y seguimos con tristeza el sufrimiento de Françoise Hardy, invadida por un cáncer terminal y que clama ante los tribunales que la medicina acabe con su dolor. Le han dicho que no, y nos sentimos impotentes porque el destino es implacable, incluso para la gente que hizo feliz a millones de personas. Cruzo los dedos por que se acabe ese sufrimiento inhumano de una mujer que fue el símbolo de una época. Te queremos Françoisse. Por desgracia, ni siquiera la fantasía se libra del sufrimiento.

 

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