Voy encima de dos desasosiegos
y aún tinto en cada mano un todavía.
(Juan Jiménez, 1940-2019).
Hasta hace dos años, cada día 13 de mayo teníamos una cita, fuese a mediodía o al atardecer, con el poeta Juan Jiménez y su esposa María Castro. Nos reuníamos porque era el cumpleaños del poeta, y desde que nos conocimos personalmente en los años noventa, era una tradición que esa cita tuviera lugar en el cumpleaños de cada uno de los cuatro. Celebrábamos la amistad. El 13 de mayo el poeta cumplía años, hasta que en 2019 ya no hubo brindis porque él había emprendido su último viaje en enero. Hoy cumpliría 80 años, el poeta del Sur, una de las voces más recias y más auténticas de esta tierra, que marcó siempre un Itinerario en contra.
Por ello quiero que hoy sea la memoria del poeta la que llene este diario. Juan Jiménez era un hombre crítico y observador, y nunca sabremos qué habría dicho de esta pandemia que ha cambiado muchas cosas en el mundo y en nosotros. El problema es que todavía no sabemos exactamente cuáles, y tal vez Juan habría tenido una idea sobre el futuro, o tal vez no, porque era un hombre fieramente humano, como cantó aquel otro poeta. En estos tiempos confusos echamos de menos a nuestros seres queridos que siguen con nosotros, pero también a los que ya no están, padres, madres, amigos que partieron y ya tienen todas las respuestas. Lo mismo que hace tres días recordábamos la fecha de nacimiento de Galdós, hoy quiero evocar los 80 años del gran poeta Juan Jiménez, nuestro amigo, y aunque no esté, brindaré por su memoria eterna de la poesía y de la amistad.
A pesar de que ayer fue Día de la Enfermería, no noté un especial entusiasmo en los aplausos, al menos por mi zona. Comparecieron todos, menos Octavio, que supongo que a partir de ahora solo lo hará en días no laborables. Angie, la enfermera, dormía para recuperarse del cansancio de su turno, esta vez en Urgencias. Por supuesto, Sofía y Diego estaban con su madre, pero la niña estaba molesta porque no le gustó que se le acabara el paseo callejero. Luego entabló su diálogo habitual y esta vez saludó a nuestra gata de peluche, que, mira por donde, gracias a la niña se llama Luna, dice Sofía que como una tía suya. Al menos ha asumido que es una gata, no un perro. Buen miércoles.
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