Hay nuevos datos sobre los dos cuerpos entrelazados en la Pompeya arrasada por el Vesubio el año 79 de nuestra era. Cuando fueron descubiertos petrificados bajo toneladas de cenizas en el año 1922, en la Italia siempre tan dada al amor carnal se dio por hecho que en el momento en que los sorprendió el volcán estaban en pleno acto sexual, y por inercia del pensamiento único de la gente de orden, se decidió que era una pareja heterosexual. Para empezar, imaginar que era un encuentro sexual es una hipótesis aventurada, porque la posición del hallazgo no asegura sino que hay un cuerpo con la cabeza recostada en el lado derecho del torso del otro. Pero se trataba de la Italia roja y negra de Mussollini, la de la pasión, la Italia del mito de Romeo y Julieta, y más tarde de las canciones de Celentano y de los seductores papeles de Gassman y Mastroianni (Visconti y Pasolini molestan en el cuadro que quieren pintar); quedó establecido que era un acto sexual «de toda la vida» porque ya diría Rafaella Carrá que para hacer bien el amor hay que venir al sur. Se llegó a especular más tarde que podrían ser una madre y una hija, o un padre y un hijo, aunque siempre se imponía el orgullo prepotente de la sensualidad latina: definitivamente, eran amantes.
Pero la ciencia acaba poniendo tarde o temprano las cosas en su sitio, y las nuevas técnicas forenses, con los medios más avanzados a su alcance, han determinado que se trata de dos varones, ambos entre 18 y 20 años, por lo que todas las hipótesis anteriores quedan anuladas. No son, pues, un Romeo y una Julieta, y por la edad y el sexo no puede haber esa posible relación filial. De manera que ya no es una posibilidad, es una certeza, son dos jóvenes varones, y curiosamente cuando esto se ha sabido empieza a perder fuerza la defensa de que estaban en pleno acto sexual. Ahora a la Italia de Gigi L’amoroso no parece gustarle la homosexualidad como cartel amatorio de ese sur caliente de Mussollini. Se empieza a especular sobre si podrían ser hermanos que dormían en la misma cama, o incluso dos desconocidos que no estaban juntos pero que acabaron así por la fuerza del Vesubio. Todo esto me lleva a pensar en cómo la ideología o las presiones de la costumbre empujan a personas inteligentes a deducir conclusiones apresuradas y convenientes. Pues mira por dónde, ahora me parece más posible que fuesen dos amantes varones. Es más, celebraría que así fuera, porque el amor entre seres humanos sigue siendo un valor supremo, sea en el ardiente sur hetero y convencional de Rafaella Carrá, Dalida y Eros Ramazzotti o en la eternidad de dos jóvenes homosexuales, fundidos en piedra por el fuego del volcán… o del amor.
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