¿Y si Dios fuese mujer?

Veo la noticia de que ha aparecido muerta en Ciudad de México la modelo colombiana Stephanie Magon, como hemos visto otras veces en portada los asesinatos de misses venezolanas o destacadas cantantes latinas norteamericanas. Por desgracia, Stephanie Magon es una gota en un océano de sangre que se me vuelve cada día más incomprensible. A diario conocemos sumarios fugaces en las esquinas de los periódicos y en los distintos rincones de Internet, o escuchamos la alusión a una estadística en los medios audiovisuales: en México 6,45 mujeres mueren asesinadas cada día; en Argentina una mujer es asesinada cada 30 horas; Guatemala tiene uno de los índices más altos de feminicidio del mundo; en el último año, la mitad de las mujeres asesinadas en Alemania han muerto a manos de sus parejas o ex parejas, y en Francia el número de mujeres asesinadas por «violencia conyugal» ha aumentado un 20% en el mismo período… Son fogonazos, estadísticas, números y hasta decimales de mujeres muertas que sirven para rellenar telediarios, informes y conferencias. Pero son miles las mujeres asesinadas anualmente en el mundo por el mero hecho de serlo, y como denuncia la cantante rapera guatemalteca Rebecca Lane, lo más terrible es que las están matando no solo sus maridos, novios y ex parejas, sino también sus padres, hermanos, tíos y amigos, que son precisamente la gente que se espera que las cuiden.

Foto02sss19.JPGSiempre decimos que el remedio a medio y largo plazo es la educación, no solo de los varones que tienen que asumir de una maldita vez que no son superiores a otros seres humanos por razón de su sexo, sino también las mujeres, pues en muchas sociedades ellas también transmiten roles sumisos. Al ver la noticia de la muerte de Stephanie Magon, a quien nunca había oído nombrar pero que es noticia por su actividad como modelo conocida, me vienen a la mente esos 66.000 asesinatos anuales con nombres de mujer, los crímenes de honor en Oriente Medio o en la India milenaria, el sistemático exterminio de mujeres en comunidades distintas pero con ese factor común del feminicidio. Regresan los capítulos más duros escritos por Roberto Bolaño sobre los crímenes de Ciudad Juárez, y siempre esa vergüenza en Europa, en Latinoamérica, en el mundo entero. Me encantaría que existiera Dios, pero ya sería una maravilla que fuese mujer, a ver qué cara se les iba a quedar a quienes les niegan peso en las religiones, en las instituciones, en la vida. Nunca he podido entender por qué ese odio institucionalizado hacia la mujer, cuando no es solo que sea un ser humano con las mismas prerrogativas que el varón, es que yo la percibo por encima, por delante, imprescindible. Los varones debieran reflexionar, porque estamos rodeados de micromachismos que, juntos, crean una gran discriminación, porque los asesinatos solo son la punta del iceberg que empieza controlando el móvil o el largo de la falda o disponiendo que una chica le tenga que hacer la cama a sus hermanos varones. Ojalá la desgraciada muerte de esta chica famosa sirva para que, al menos, nos sentemos a pensar qué demonios estamos haciendo con esta sociedad supuestamente moderna y futurista que sigue arrastrando las miserias del secular patriarcado. Definitivamente, Dios debería ser mujer.

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