¿Nos queda la esperanza?

33DSCN3624.JPGHablemos de cómo nos va en España, si es que todavía sigue siendo políticamente correcto llamar así a nuestro país. Pues nos va, no entendemos cómo, acumulando broncas, desempleo y copas deportivas. La nueva política ya juega con las mismas cartas que la vieja, y si el problema era que había dos partidos hegemónicos, ahora no sabemos qué hacer con cuatro. Si en el mundo las voces futuristas de ayer son actualidad, en España la poesía de Machado y las novelas de Galdós suenan como si hubieran sido escritas ayer por la tarde. Se trata solo de gritar para que no se escuche al otro y los mantras son inamovibles: no pactar con este o aquel, resolver el conflicto abierto en Cataluña solo como cada uno propone, negar con insistencia haber dicho algo que hemos escuchado todos. Hablan, nadie escucha, la culpa siempre es de otro y ¡Viva Cartagena!
No deberíamos sorprendernos, porque, cuando el hombre consiguió acero, forjó una espada, y apenas aprendió a volar, construyó un bombardero. Seguimos siendo igual de crueles que los caldeos, tan salvajes como los vándalos, tan sanguinarios como los mongoles. Pero, como a Blas de Otero, nos queda la palabra, y tal vez la esperanza.

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