¿Para qué una Feria del Libro?

20140426_145101.JPGFigura en todos los libros de citas que Oscar Wilde dijo que el arte es bastante inútil. Debo suponer que esta frase ha llegado a través de una mala traducción, porque si el adverbio «bastante» es pobre, ambiguo y medroso para mí, imaginen la imposibilidad de usarlo para un cirujano del lenguaje preciso como el autor irlandés. Pero la idea es clara, y sería remachada por los artistas franceses de las vanguardias cuando proclamaban que la inutilidad del arte es la base de su grandeza, porque todo lo inútil es lo que nos hacen diferentes de los animales. Por eso suelo decir que la cultura es lo que nos diferencia de los tigres. Si lo pensamos, veremos que nuestro kit básico de supervivencia sería la comida, la bebida, el abrigo y el cobijo, pero eso ya lo tenían en la prehistoria. A partir de ahí, todo es cultura, porque hemos convertido en placer lo básico, y de comer carne cruda, beber agua y cubrirnos con pieles, tenemos mesa, mantel y alimentos pasado por la cocina, tomamos bebidas muy sofisticadas y el atuendo forma parte de nuestra vida diaria. Tenía razón Oscar Wilde, el arte es inútil, como lo son la mayor parte de las cosas, pero esas cosas inútiles son las que nos hacen humanos. Un poema no mata el hambre, una sinfonía no nos abriga, un cuadro no calma la sed. A efectos prácticos, ¿para qué sirve escalar el Anapurna, indagar en el cosmos con un telescopio o ganar una medalla olímpica? Pues todas esas cosas inútiles juntas son las que componen las civilizaciones, y se consiguen a través de conocimiento. Los tigres son hoy lo mismo que hace diez mil años, los seres humanos somos muy distintos, porque hemos ido acumulando y transmitiendo cada inutilidad nueva que inventábamos o descubríamos. En este largo camino, la escritura ha sido y es una aliada imprescindible. El día que nos alejemos definitivamente del cultivo de inutilidades como el conocimiento, la sensibilidad y la curiosidad volveremos a ser como los tigres. A los libros, depositarios de ese legado, deberíamos venerarlos como a oráculos y sacarlos en procesión. Por eso siempre es motivo de inútil alegría que cada año haya Feria del Libro.

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