Pensar, pensar, votar…

Hay momentos en que los hechos se confabulan para enviarnos un mensaje. El poder establecido trata de controlarlo todo, y a menudo lo consigue; unas veces lo hace a lo bestia, otras más sutilmente, silenciando lo que resulta incómodo. Ayer, un jurado escapado al control supremo concedió el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades al filósofo Emilio Lledó. Despistes como este pueden ocurrir, los accidentes siempre son posibles, pero es que a una voz crítica discordante como la del filósofo premiado en los últimos meses le han otorgado varios galardones de mucho peso, uno de ellos el Premio Nacional de las Letras. Está claro que hay una pérdida de control, porque el último premio mencionado es concedido por el Ministerio de Cultura, donde por lo visto no anduvieron finos y nombraron un jurado honesto.
11111111rodin.JPGEn Canarias, el profesor Lledó tiene un especial recuerdo por sus años de fructífera docencia en la Universidad de La Laguna, y nos alegramos de estos reconocimientos porque, además de esta memoria cariñosa, está su obra y su voz siempre en vanguardia, y que en más de una ocasión han tratado de acallar. El mensaje que estas señales nos da es que hay que estar siempre alerta, porque el dominio, por muy monolítico que crea ser, siempre tiene fisuras que podremos convertir en brechas de libertad y progreso. Y ese poder, al que la justicia del galardón a Emilio LLedó le ha venido en el momento más inoportuno, sabe que eso significa una oportunidad para los que vigilan sus despistes. Esta evocación del sabio profesor y eminente filósofo y su pensamiento crítico debiera hacer que nos sentáramos a pensar sobre las elecciones del próximo domingo, y como consecuencia esta vez votemos bien, no como hace cuatro años.

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