Ya no sé si es mayor mi perplejidad, mi indignación o mi impotencia. Ocurre todos los días en muchas partes del mundo, pero casi nunca nos enteramos, y cuando lo hacemos unimos nuestro esfuerzo -que a veces es ineficaz- enviando correos y gritando. Un tribunal islámico de Sudán ha condenado a la horca a Meriam Yehya Ibrahim, una joven de 27 años, madre de un niño y embarazada de otro. Su delito es haberse casado con un cristiano ortodoxo, que allí pertenece a una minoría, pero según los salvajes que la condenan le corresponde ser musulmana porque su padre lo es, aunque su madre sea cristiana, religión que ha practicado siempre siguiendo las creencias maternas. Por lo visto, la cosa podía pasar por alto si ella no se hubiera casado con un cristiano. En fin, en la información periodística que enlazo viene ampliamente explicado, y no puedo hacer otra cosa que expresar mi furia contra la cerrazón que acarrean las religiones, la incultura y el machismo, un cóctel que cada vez se está volviendo más letal, tambien en Occidente. Y no pensemos que eso es cosa solo del Islam, ya hemos sufrido durante siglos en Europa esa falta de libertad, y tiemblo cuando veo que por aquí se están despertando de sus ataúdes vampíricos los inquisidores de siempre.
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