Eruditos inalcanzables

Hay un espécimen que se cree de otra dimensión que va más allá del erudito a la violeta definido por José Cadalso, que es alguien poseedor en apariencia de todo lo que hay que saber y más, tras largo estudio en solapillas de libros, contraportadas de discos y resúmenes de registros y taxconomías. A pesar de su desprestigio creciente, sigue abundando. Pero ya digo que hemos sido bendecidos, además, con la presencia de este otro tipo de criatura zzz78Foto0887.JPGmuy superior a esta y que está fuera de catálogo por su magno y omnímodo conocimiento, que por lo que habla y escribe es experto en cine uzbeko, lee a poetas somalís de nombre impronunciable, conoce a músicos indonesios que pulsan instrumentos inalcanzables y hace suyas teorías de ensayistas remotos a los que plagia, como si los demás fuésemos tontos. Para ellos, Muñoz Molina, Truffaut, Felo Monzón o Mozart son una vulgaridad inconsistente para gente intelectualmente plebeya. Toleran a Borges, pero sólo cuando han tomado neurolépticos. El síntoma más claro es que saben mucho, muchísimo. Aparte del ridículo, jamás han hecho nada, pero poseen una ciencia infusa que les permite saberlo todo. Por supuesto, el resto del mundo está en el error, y la gran verdad que solo ellos poseen es un arcano inescrutable que nadie sabe en qué consiste porque ellos nunca la han definido. Su visión del mundo, del pensamiento, de la ciencia, del arte y de las cosas se manifiesta diciendo «no» a todo y esbozando una sonrisa de suficiencia mientras perdona a los demás una respuesta que nunca podrían dar porque sencillamente no existe. Nunca les merece consideración cosa alguna nacida de otros. Ellos creen que imponen respeto, o incluso miedo, pero sólo dan risa. Es una enfermedad muy grave que conduce a la soledad a quienes la padecen. Y vomitan, sobre todo vomitan, pero ellos no lo asumen porque desde muy jóvenes dejaron de tomar la medicación.

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