Dicen que para que el cerebro no envejezca hay que estar al día, no perder ningún tren. Pero son muchos los trenes que pasan y al final acabamos perdiendo algunos, seguramente los que consideramos de menor importancia. Un escritor está al loro de lo que se escribe, un pintor de lo que se pinta y la gente en general está al día en lo que le gusta. Y eso es importante, porque finalmente tienes que ser selectivo para no perder los trenes que realmente son importantes.
Recuerdo haber hablado con el insigne médico y pintor don José Gómez Bosch, cuando contaba 102 años, y seguía pintando con un pulso envidiable. Me asombró que estuviera interesado en la última versión de Windows, porque a su edad había entrado en el mundo de la informática. Eso es admirable. Pero hay trenes de menor calado que uno pierde casi a conciencia. En los años sesenta yo estaba al día de cantantes y canciones, y entrando en los ochenta seguí la pista de muchos, pero llegó un momento en que me perdí. Es evidente que figurones como Sting en la música extranjera o Amaral en la española también son mis músicas, pero me pierdo entre tanto nombre de cantantes y grupos, y es casi como que no quiero saber. Y me sorprendo cuando nombran a una cantante de mucho éxito, que ha conseguido no sé cuántos premios y vendido millones de discos, y yo la percibo por primera vez. Está claro, he perdido ese tren a conciencia, porque me interesa subirme a otros, y como dijo aquel conocido político canario aficionado a la música: «Respecto a la música moderna, yo me quedé en Pinck Floyd»
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