Por si éramos pocos, parió la abuela. Ya es que no sabe uno hacia dónde mirar, porque la gente se ha puesto de un radical que asusta. Y todo ello en tiempos en que habría que arrimar el hombro y formar una piña. Pero da igual, esto es Jauja, pues lo mismo te hablan de incrementar la potencia armamentística en América Latina que de hacer referéndums para sondear el independentismo catalán. Encima, Almunia dice que la crisis española será menos profunda pero más alargada que la del resto de los países de la UE, y yo con esto pelos.
En los años setenta, cuando estuvo tan de moda el horóscopo, que casi se tomaba como ciencia (no salgo contigo porque mi signo es incompatible con Aries), se decía que entraríamos en la Era de Acuario, un tiempo largo de varios siglos en los que reinaría la armonía, el entendimiento y la paz. Esta es la demostración clara de que el zodíaco es un cuento chino, porque, según mis cuentas, ya hemos entrado en esa era maravillosa, y ya ven cómo está el patio.
(Puede pasar de todo, pues ya ha pasado. ¿Sabían que en 1911 se congelaron las Cataratas del Niágara? Pues eso)
La sensación que uno tiene es que vamos en una guagua, por una carretera de muchas curvas y el chófer está borracho. Uno piensa en el chófer suplente y se entera que está en el bar. ¿Cómo fiarse de quienes nos gobiernan si está constatado que están fuera de la realidad? Así que, agárrense, porque me parece que para seguir adelante vamos a tener que empezar a creer en los milagros. No es que sea pesimista, es que releí el viejo chiste de Mingote: «Un pesimista es un optimista bien informado». De ahí mi realismo, y eso que me falta mucha información, porque si la tuviese toda seguramente pasaría de pesimista a alarmisma.
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